Asia

Tailandia

La paidofilia que no cesa por Martín PRIETO

«Estela grita muy fuerte», Isabel Olid
«Estela grita muy fuerte», Isabel Olidlarazon

La atracción sexual por los niños está en la historia de la humanidad; no tiene arreglo, es cosa de hombres y es una lacra que crece al calor de las nuevas tecnologías. Incluso los cánones de belleza de las mujeres adultas son infantiles. Cuanto más recuerda la cara de la púber al piquito infantil de la boca, las maneras suaves y la suavidad de la emergente progesterona, más se excitan los pedófilos. Siendo impúber me masturbaron en el Metro y no entendí nada y, precisamente por sentir una gran confusión, no conté nada en casa y tampoco pedí, ni encontré, ayuda. Soy un zote adentrándome en los bosques de internet y hace unos días, manipulando pestañas y teclas, me apareció en pantalla una serie infinita de niñas y niños desnudos en diferentes posiciones. Escapé aterrado de mi despacho para poner a la doctora de testigo de que lo que mostraba la pantalla no era buscado sino fruto de mi torpeza, temiendo que la eficacísima unidad de informática de la Guardia Civil hubiera detectado mi huella electrónica y se me cayera todavía más el pelo. Louann Brizendine es una científica, doctora en Medicina, graduada en Neurobiología por la Yale University School of Medicine y por la Universidad de Berkeley de San Francisco, ha publicado recientemente dos libros capitales: «El cerebro femenino» y «El cerebro masculino». La autora no se ocupa de la paidofilia, pero siempre da pistas. La mujer tiene dos o tres pensamientos sexuales a la semana mientras que el macho tiene tres o cuatro al día. Una reunión de trabajo entre un hombre y una mujer que sólo se conocen laboralmente es un carrusel de hormonas, y mientras ella está a los asuntos concretos que la han llevado a la cita, él sólo piensa en cómo llevársela a la cama; y así no se puede hacer negocios. El hombre está hipersexualizado por la testosterona, que es eminentemente agresiva, y si se pierden las condiciones éticas acaba en la pedofilia. Si tiene miedo a las mujeres adultas, empezará de menorero y acabará en pedófilo. No tiene cura, por eso se extiende como una pandemia. La mexicana Isabel Olid ha publicado «Estela grita muy fuerte», bellamente ilustrado, con la editorial Fineo, y que acaba de ser presentado en la Feria Internacional del Libro en Jalisco (Guadalajara). Es un alegato para la protagonista, que es una niña que nunca se queja ni dice nada cuando algo no le gusta. La autora pretende explicar estas historias a los niños para que procuren entenderlas sin horrorizarse. Y también es un clarinetazo sobre el turismo sexual infantil que azota México y a otros países del mundo. En EE UU, el abuso de menores está extendido y cubierto por una espesa capa de hipocresía. Europa tampoco está libre de pecado en países como Irlanda, Reino Unido o Alemania. Y en Asia, particularmente en Tailandia, los niños se subastan mejor que la carne de kobe, ese buey criado con cerveza, música y masajes. Como Estela, hay que gritar bien fuerte para acabar con este comercio abyecto. Trabajo de romanos, porque el hambre cimenta el alquiler y venta de niños y niñas sin necesidad de rapto. El libro está patrocinado por la Asociación RANA (Red de ayuda a niños abusados), sin ánimo de lucro, que trabaja desde las Baleares difundiendo los derechos de los menores, previniendo el abuso sexual, el maltrato infantil y, sobre todo, sensibilizando a la sociedad. Si su ambiente no es suficientemente educativo, los niños-niñas, especialmente éstas, atraviesan un corredor plagado de minas y acechanzas, y se les debe dar noticias a estos infantes de lo que les puede suceder. Una noche en Bangkok, en el Hotel Oriente, la puerta de Asia, junto a las habitaciones perfectamente conservadas y que fueron ocupadas por Sommerset Maugham, Graham Greene, Joseph Conrad, me ofrecieron «niñas a la carta». No soy mejor que nadie: de la infamia me salvó la doctora.

- Título: «Estela grita muy fuerte»- Autor: Isabel Olid- Edita: Fineo- Precio: 13,90 euros