Arqueología
José María Bermúdez de Castro: «La pregunta es si nos diseñaremos a nosotros mismos»
El Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica nos invita, en su último libro, a un viaje en el tiempo a través de la historia del yacimiento de Atapuerca. Desvela qué significa este enclave arqueológico y reflexiona sobre el horizonte humano
En el antepasado, en el hombre en pretérito oculto en el mono o en ese ancestro primero o anterior, ya permanecía latente el homo de hoy, el que sueña con alcanzar Marte y manipular sus genes. Pero toda evolución es un cúmulo de sedimentos. Bajo el barniz de la civilización y los atauriques de la educación asoman el instinto y la irracionalidad, que son un apunte de lo que fuimos. José María Bermúdez de Castro recuerda en «Exploradores: la historia del yacimiento de Atapuerca» (Debate), qué significa este enclave arqueológico y reflexiona sobre el horizonte humano.
-¿Qué dice de nosotros mismos Atapuerca?
-Nos enseña a conocer la complejidad de la mente de nuestros ancestros y su biología. Estamos descubriendo que los homínidos de hace un millón de años, como el Homo antecessor, no tenían una biología tan diferente a la nuestra.
-Eso significa...
-Se circunscribe a los debates religiosos y filosóficos. ¿Cuándo son humanos los homínidos? Esta separación es más tenue con los estudios de los chimpancés, con los que compartimos el 98 por ciento de genes. Atapuerca dice que estos humanos no eran diferentes a nosotros. Poseían aspectos culturales de gran complejidad. Estamos rompiendo esa barrera de que somos superiores. Esto hay que hacerlo desaparecer. Los Homo sapiens son inteligentes, pero no diferentes de estos humanos que ahora estamos encontrando.
-¿Rasgos culturales comunes?
-Y una biología muy similar. Los humanos de hace medio millón de años, preparados, se integrarían hoy entre nosotros. Aprenderían castellano, inglés. Podrían llegar a la universidad. Su cara sería algo extraña, pero su complejidad mental... A pesar de las diferencias cognitivas, se integrarían.
-Canibalismo, religión...
-Es probable que los homínidos lo hayan practicado, pero las evidencias no son fáciles. En Atapuerca se han encontrado. ¿Qué dice eso? Nada. Hoy lo practicamos en situaciones extremas. Hasta hace poco, en tribus lejanas al mundo civilizado. Depende del punto de vista ético y religioso. La moral se enseña en los colegios. Nos han educado así: no te puedes comer a tus semejantes. Pero hay diferentes tipos de canibalismos, como el caso de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes, que se comieron a los muertos para vivir, o el canibalismo simbólico: matas a tu enemigo para adquirir sus poderes. El de Atapuerca estaba condicionado por la lucha territorial.
-¿Vamos a cambiar más?
-Desde el punto de vista biológico, no mucho. Dentro de un millón de años, si existimos, no seremos diferentes, pero la tecnología será impresionante e intervendrá en nuestra evolución. Hay dos elementos fundamentales: los genes y el ambiente. La tecnología permite solventar el problema del frío. Podemos vivir donde hace un millón de años no lo habríamos logrado. Y en los genes, podemos actuar sobre ellos, curar enfermedades y estamos tentados de actuar en otras partes. Quién sabe lo que haremos. ¿Nos diseñaremos a nosotros mismos? Esa es la gran pregunta.
-Antes ha dicho «si vivimos un millón de años más...»
-Nos extinguiremos como especie. O dejamos una especie hija o desaparecemos. La diversidad de nuestros antepasados ha sido muy rica. Ahora somos los únicos que existimos. Y no estamos en peligro de extinción, pero no podemos ser tantos millones y acabar con los recursos. Queremos alargar la vida a los 120 años, pero no podemos mantener las cosas cotidianas. Desde el punto de vista de la antropología no hemos cambiado, pero tecnológicamente, sí. Y hay una asintonía, una separación muy clara entre biología y cultura. Somos muy inteligentes, pero limitados. Eso preocupa. Somos peligrosos, tribales, jerárquicos y con una tecnología avanzada, con unos juguetes muy peligrosos.
-Los instintos.
-Los instintos y las emociones son fundamentales y sin ellos no sobreviviremos.
PERFIL
NACE EN MADRID en 1952
SE LICENCIÓ en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid
EN 1985 SE INTEGRÓ en el equipo investigador de Atapuerca y lo codirije desde 1991
SU EQUIPO RECIBIÓ EL PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS de Investigación Científica y Técnica en 1997
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