Crisis en el PSOE
Pato cojo
El undécimo mandamiento de la ley de Dios es no ser pesado. Las quinielas, las apuestas, los pronósticos, los augurios y la invocación de los espíritus acerca del inmediato futuro político del Presidente Zapatero desbordan ya en un hastío ridículo impropio de la seriedad democrática. Es absolutamente ininteresante que el Presidente intente repetir o dé un paso al costado, que designe un heredero o convoque unas primarias. Los problemas de los españoles no rozan ni tangencialmente esta verbena partidaria con el organillo desafinado y los churros fríos. Zapatero ya es pato cojo, camino de las dulzuras domésticas, y de tal ánade se espera la sensatez y la cortesía de no enviar a Cortes proyectos de ley que afecten sensiblemente a la vida de los ciudadanos.
La clase política ha caído en la manía, propia de la falta de vocabulario, de aludir constantemente a los tiempos políticos, extasiándose ante quien los sabe medir y manejar. El tiempo siempre devora a estos aprendices de brujo, y en concreto a Zapatero nunca le dan las horas en su sitio. Hace meses fue él quien despertó las incógnitas sucesorias dando el pistoletazo de salida a los ambiciosos, a los que serían Presidente siquiera por un día para llenar el currículum, o a la legión de cesantes que no tendrán ERE del que colgarse si se da un vuelco político.
Ahora en el PSOE no hay proyecto, sino el pánico de Ulyses entre Scilla y Caríbidis. Es una falta de respeto que el Presidente jibarice la democracia a sus confidencias con Sonsoles y un amigo, alardeando su secreto de polichinela.
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