Bruselas

Más de 300 horas para una foto

Los reporteros gráficos inmortalizaron ayer para los anales de la historia la instantánea de los líderes sindicales y empresariales, junto con el presidente del Gobierno, estampando sus rúbricas en el acuerdo social y económico. Pese a estar invitados, a la cita no acudió ningún portavoz de los grupos parlamentarios.

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Después de quince años, los secretarios generales de UGT y CC OO volvieron a la sala de Tapices del Palacio de La Moncloa para firmar un nuevo pacto de pensiones, tal y como hicieron en 1997 con el presidente popular José María Aznar. Pero para poder llegar a esta cita en La Moncloa, han recorrido un largo camino. Para empezar, ha sido necesario que José Luis Rodríguez Zapatero sustituyera al frente del Ministerio de Trabajo a Celestino Corbacho, con escaso predicamente entre las organizaciones sindicales, por Valeriano Gómez, con demostrada mano izquierda en el diálogo social. Además de la llegada de Gómez, la de Juan Rosell a la Presidencia de la CEOE ha contribuido a que el acuerdo fructifique. Paralelamente, el Gobierno y las centrales, aunque por razones diferentes, llegaron hace ya semanas a la conclusión de la imperiosa necesidad de alcanzar un acuerdo para frenar a los mercados y acelerar la salida de la crisis. De ahí que la vicepresidenta económica haya estado «un tanto apartada» durante este mes y medio de las negociaciones, según confirman a LA RAZÓN fuentes sindicales y gubernamentales. Las centrales no olvidan que Elena Salgado fue la artífice, a espaldas de Trabajo, de la reforma de pensiones que a principios de 2010 el Ejecutivo remitió a Bruselas, en la que se fijaba la edad obligatoria de jubilación a los 67 años.

De hecho, La Moncloa y Trabajo han sido los escenarios elegidos con mayor frecuencia por los negociadores para sus secretos y discretos encuentros. Mientras se producía el relevo en Trabajo, los sindicatos pasaron su particular travesía del desierto, tras comprobar el escaso seguimiento de la huelga general del pasado 29 de septiembre, convocada contra la reforma laboral. Al final, los líderes sindicales, dispuestos a hacer lo indecible para evitar otra huelga general, y los gubernamentales, necesitados del consenso social frente a los mercados, se han encontrado a mitad de camino. Eso sí, la intensidad de las negociaciones se reflejaba ayer en sus rostros, después de más de 300 horas de negociación y más de una y dos noches sin dormir. Pese a ello, el camino recorrido para las tres partes ha merecido la pena.

Zapatero, que compartió confidencias ayer con su amigo Méndez, aseguró que con este pacto «vamos a demostrar que estamos en el grupo de los grandes países que saben ponerse de pie y volver a caminar». Toxo se esforzó por desligar este acuerdo de las exigencias de Alemania. Mientras, todos los firmantes coincidieron en que ayudará a recuperar la confianza en España.


El PP deja el sí para el congreso
El PP recibió con sorprendente dureza el acuerdo social firmado en La Moncloa. La crítica ya no consistió en vincularlo con la gestión económica del Gobierno, sino que los populares hincaron directamente el diente en su contenido. En declaraciones a TVE, Esteban González Pons dijo que es «pura literatura». El PP se reserva para el trámite parlamentario, donde mediante enmiendas intentará limitar la utilización partidista del acuerdo por parte de los socialistas. De antemano, en Génova reconocen que tienen muy poco margen para no sumarse al pacto cuando acabe su tramitación, pero como escudo alegan que exigirán «modificaciones». Su posición final también dependerá de lo que hagan otros grupos, como CiU y PNV. Ayer tarde aún no habían recibido el texto, informa C. M.