Bruselas
Vuelta al ruedo por Martín PRIETO
Fue hace cuatro años cuando Rajoy ganó estas elecciones preparando al PP para el peor escenario posible
No es éste al que asistimos el peor escenario en el que se pudieran representar los problemas de España. Convendrán incluso los más enceguecidos e irreductibles socialistas que lo peor para todos sería llegar al próximo domingo 20-N con un Partido Popular debilitado, en facciones y sin una dirección respetable y respetada. Mucho antes que Salomon Brothers vendiera paquetes hipotecarios tóxicos en los mercados asiáticos, Mariano Rajoy ya había terminado de urdir las mimbres del cesto del centro derecha español fatigado de problemas externos y personalismos en la sede de Génova poblada de cuchillos. Me comentaba Alberto Ruiz-Gallardón que «para que no hablen mal de ti hay que llegar el primero y marcharte el último». Si Mariano Rajoy y el PP no ofrecieran seriedad y solvencia más que unas elecciones abocaríamos a que Bruselas y el eje franco-alemán nos impusieran un veedor como a Grecia e Italia.
EI socialismo español en democracia entró en una crisis de identidad un par de años antes de que Felipe González perdiera las elecciones y no ha sabido retomar su camino y su conjunción con la sociedad –Joaquín Almunia no tenía carácter para domeñar el partido y lo acabaron estropeando con las célebres «primarias» de irás y no volverás, notable invento socialista para engañar a los demás y hacerse daño a sí mismo–. Lo que eriza los vellos que un PSOE en crisis nos haya estado gobernando durante ocho años en rumbo de colisión contra el dinero. EI espectáculo dado por Alfonso Guerra y Felipe González en Dos Hermanas, extraídos de aquella serie televisiva de « Los Botejara» y disfrazados de «indignados», fue dolorosamente patético para quienes fuimos sus amigos cuando aún vestían de pana.
Paralelamente a esta descomposición socialista que no ha dado con la clave del relevo generacional, Mariano Rajoy reconstruye el Partido Popular con la cuesta arriba de haber perdido arteramente dos elecciones generales –las primeras injuriando al Gobierno de Aznar y las segundas sepultando a Manuel Pizarro y a Rajoy bajo los datos económicos falseados por Pedro Solbes. La derecha española ha sido fundada y refundada por su tendencia al cainismo y la incapacidad de sus miembros para ser sectarios con esa fe del carbonero que ya sólo se entra en las filas de este PSOE que parece haber nacido orgullosamente en Atapuerca. Cuando Rajoy perdió sus últimas elecciones (más perdió FG) desapareció con su esposa en México y nunca he encontrado un dirigente del PP que supiera de las meditaciones de este hombre en Norteamérica. Volvió y revalidó su liderazgo sobre la derrota electoral cuando florecían como brotes verdes los aspirantes a su despacho, otros barones le daban por renunciado y el socialismo reinante le ninguneaba como partido y persona. Fue hace cuatro años cuando Rajoy ganó estas elecciones, preparando al PP para el peor escenario posible y tomando decisiones muy dolorosas sobre activos del partido que tuvieron que dar un paso al costado. El PP ha variado hasta el género de la línea de mando pasando de masculina a femenina, pero con meritocracia en vez de cuotas. El partido renovado por Rajoy, ya sin cotilleos internos, pudo así hacer una travesía del desierto insólita en democracia y propias de los desórdenes socialistas: levantar un cordón sanitario en torno al primer partido de la oposición al que se le condenaba a gobernar sólo con mayoría absoluta.
Monstruosidad democrática que los socialistas pueden acabar pagando con creces. El PSOE en crisis permanente calificará al PP de derechona (un término de Franco y Paco Umbral) o de extrema derecha porque piensan por lemas, por eslóganes, y no conciben que Rajoy carezca de una imaginería extravagante, por lo de ser dado al secreto. Konrad Adenauer era un anciano maestro de pueblo. Alcides de Gasperi, un desconocido encerrado por años en la biblioteca vaticana. Contando nubes no sé, pero a lo mejor se ven caminos de felicidad colectiva en las páginas del «Marca». Rajoy tiene lo que les falta a otros: la herramienta y el partido.
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