Cataluña

Decidir o decidirse por Josep Maria Rañé

La Razón
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Para que una pareja se decida a separarse, primero, uno de sus miembros ha de haber tomado la iniciativa, pues raramente se produce la simultaneidad. Uno de ellos dará el primer paso, pero la separación no se producirá hasta que ambos no lo decidan. Porque hasta que no se acabe produciendo la decisión final, en el proceso intermedio habrá por parte de cada una de las partes reflexiones y reproches; intentos de solucionarlo y valoraciones sobre si vale la pena, o no, continuar; previsiones de reconciliación, finales de buen rollo o rupturas traumáticas.
Todas las opciones son posibles. Pero lo más importante es que el futuro no está escrito hasta que ambos deciden que no quieren continuar escribiendo más. Pero lo que este proceso implica es que primero uno debe decidirse a querer romper y luego hay que decidir en común si se acaba rompiendo, o no, y llegado el caso como se rompe.
Últimamente en Cataluña y en el resto de España se recurre al símil del divorcio para representar la situación que dibuja en el horizonte el debate independentista en el que estamos inmersos. Siguiéndolo, lo primero que hay que comprobar si estamos decididos a romper. Como en este caso, la decisión no es unipersonal sino colectiva, no hay más camino que decidirlo, de forma legal, libre y democrática, para que el veredicto pueda ser aceptado.
Y eso no debiera impedir que se hicieran todos los esfuerzos para acordar unas nuevas normas de convivencia, dadas las tensiones que producen las existentes. Por ello, antes que decidir sobre la ruptura hay que decidirse si se quiere romper.