Guerra en Afganistán

El fantasma afgano

La Razón
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Han tenido que morir dos guardias civiles y su intérprete para que la propia ministra de Defensa, Carmen Chacón, reconozca que nuestros militares trabajan en Afganistán bajo una violencia bélica. Es decir, en un escenario de guerra. Nunca un gobierno falseó tanto la realidad internacional como el de Zapatero. Quienes acusaban a Aznar de asesino y gritaban por las calles contra Iraq, esos pancarteros tan activos en su pertinaz «No a la guerra», se esconden hoy bajo un hipócrita silencio. Dos vergonzosas varas de medir.

El mismo presidente que con tanta celeridad dio la espalda a los aliados y retiró las tropas de Iraq, ha insistido desde el principio en negar la realidad en el polvorín de los talibanes. Cerca de un centenar de españoles muertos arrastra ya el conflicto de esta tenebrosa tierra, maldecida desde siempre por invasiones y armas de combate. Soviéticos y americanos intentaron dominar un país rebelde, ajeno a la democracia, marcado por la corrupción, foco vertebral de terroristas. El resultado es penoso y la anunciada retirada de Estados Unidos puede consumar la tragedia: el retorno de los talibanes al poder. El terror, el burka, fanatismo, amenaza al mundo libre.

Urge, como ha pedido Rajoy, que Zapatero dé la cara en el Congreso. Así lo exigirá el PP en la próxima Junta de Portavoces, primera del nuevo curso parlamentario La situación y el futuro de nuestra misión merecen una explicación política. Sobre algo disfrazado, pero cierto: el fantasma de la guerra.