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Buenos Aires

Taxistas porteños por María José Navarro

Marín, consejero del Atleti, fue elegido mejor gestor de 2010
Marín, consejero del Atleti, fue elegido mejor gestor de 2010larazon

Buenos Aires, como bien sabe todo el que ha estado allí, es una ciudad preciosa. Quizá no tanto, quizá sea también fea; es lo que hace que las ciudades grandes no sean parques temáticos. Buenos Aires tiene cafés magníficos, parkings sórdidos, edificios imponentes, descampados feísimos, parques con árboles centenarios y gente acampada. Tiene, sobre todo, una gente estupenda y charlatana que le cuenta a uno sus opiniones más íntimas en política, sociedad y fútbol a los tres minutos de verse. Y tiene taxistas.

En Buenos Aires hay taxis por todas partes, surgen de la nada y siempre están ahí. Saluda una a un vecino y se para un taxi; saca una la mano para ver si llueve y se para un taxi; se entera una de que a Gil Marín le han dado el premio a gestor del año y, cuando una se lleva la mano a la cabeza, va y se para un taxi. Tanto se paran los taxis que una acaba tomando muchos taxis, sintiéndose por unas horas millonaria. Lo mejor de los taxis porteños no es que te lleven de acá para allá por poco dinero, que también, sino los taxistas. Los taxistas saben de todo y de todo tienen opinión y, si no, se la inventan. Son educados y salados, son jóvenes o muy mayores, le preguntan a una de dónde es al escuchar el acento y, tras el parte geográfico, le hablan a una de sus antepasados españoles de León aunque una sea de Albacete. A los dos semáforos sabes si son peronistas o anti-peronistas, del Boca o del River. Si una no tiene claro en qué consiste el peronismo, se lo explican con vehemencia y al final del atasco una puede escribir un tratado; si no sabe de anti-peronismo, antes de torcer por la siguiente bocacalle ya es una anti-Cristina. Si una es del Atleti le dan recomendaciones para acabar convenciéndote de que debes ser del Racing, San Lorenzo o Estudiantes. Como saben de política y fútbol españoles, es fácil entenderles y un placer entablar charlas larguísimas durante los atascos.

Al final de la carrera, cuentan que tienen alguien cercano viviendo en España. Y, sutilmente, que éstos sienten un leve pero real sentimiento de desprecio por el hecho de ser de fuera. Esto les entristece y les sorprende, no se explican por qué no tenemos presente cómo se recibió siempre a los españoles en Argentina. Ahí le da a una un punto de rabia por no saber qué decir, pensando que posiblemente tengan toda la razón. Y le deja a una pensando. Pensando mucho.