Nueva York
La segunda juventud de las escritoras inglesas del siglo XX
Las editoriales rescatan de sus catálogos los clásicos olvidados de autoras como Muriel Spark, Ivy Compton-Burnett o Stella Gibbons
Barcelona-Durante mucho tiempo, parecía que las únicas escritoras inglesas del siglo XX eran Agatha Christie, Virginia Woolf y Doris Lessing. Tampoco está mal, desde luego. Sin embargo, el catálogo de grandes damas de las letras es impresionante. Las editoriales parecen haberse puesto de acuerdo en los últimos meses para recuperar para el lector español una generación de autoras que van de la novela costumbrista al género negro, del clásico infantil a la sátira. La lista es enorme, Muriel Spark, Penélope Fitzgerald, Barbara Pym, Beryl Bainbridge, Edith Sitwell, Joan Linday, Stella Gibbons, Rut Rendell, Ivy Compton-Burnett o Joan Aiken, entre otras.
La madre de todas ellas, o al menos la más veterana, es Ivy Compton-Burnett, una de las mejores dialoguistas de la historia de la literatura. Habrá quién prefiera a Hemingway, pero si éste fuera mujer, hubiese nacido en Pinner, una pequeña urbanización a las afueras de Londres, y tuviese unos modales impecables, ni le podría toser su dominio. Después de que en los 80 la publicase Anagrama, la editorial Lumen recupera «Criados y doncellas», una maravilla sutil y perversa, llena de humor, que refleja esa relación tan literaria de los señores de una gran casa y los criados que trabajan para ella. Sin Compton-Burnett no existirían series como «Arriba y abajo» o la reciente «Downton Abbey». Además, se pueden encontrar otras maravillas como «Una casa y su dueño», o «Una herencia y su historia».
Excéntricos señores
Coetanea de Compton-Burnett, y todavía más peculiar, es Edith Sitwell, personaje influyente dentro de las letras inglesas de las primeras décadas del siglo XX. Sus «Excéntricos ingleses», Lumen, es un catálogo tan poético como disparatado de los personajes más infames y divertidos de la alta sociedad que ella conoció tan bien. Lores que se paseaban en cocodrilo por sus jardines o que vivían impertérritos en su bañera. Evelyn Waugh escribió novelas, pero ella conoció en persona a todos sus locos personajes.
El humor y la sátira es una de las notas dominantes en estas mujeres, y sino que se lo pregunten a Stella Gibbons, cuyo «La hija de Robert Poste», (Impedimenta), es uno de los éxitos sorpresa de la última temporada editorial, con trece ediciones. Escrita en 1932, narra la vida de Flora Poste, una niña pija, de educación exquisita, que a la muerte de su padre se ve obligada a ir a vivir con unos familiares algo patanes en la Inglaterra rural. Una especie de «Tarzán en Nueva York», pero a la inversa, y sin necesidad de monos para que todo acabe siendo muy extraño y divertido.
Barbara Pym es otra gran analista de la burguesía inglesa, a la que retrata con esa finura tan elegante que ni siquiera te das cuenta que te acaba de clavar un puñal en el corazón. La comparan con Jane Austen, pero es como su hermana graciosa, con la que preferirías tomar el té de las cinco. «Los hombres de Wilmet» (Lumen) no tiene ningún desperdicio.
La editorial Pretextos acaba de recuperar a la mejor de todas ellas, Muriel Spark, con su fascinante «La plenitud de la señora Brodie», que ya publicara Edicions 62 en catalán en los años 90. Su ironía poética, a veces ácida, a veces cruel, a veces tierna, mantiene al lector con la boca abierta mientras explica la historia de Jane Brodie, una profesora que podría haber protagonizado «El club de los poetas muertos», sino fuera porque es un personaje mucho mejor dibujado. Intentará influenciar a la élite escogida de sus alumnas para convertirlas en mujeres liberadas en un Inglaterra enclaustrada en los valores victorianos. Y no será precisamente la heroína de la historia.
Lo que dijo Bainbridge
La más moderna, pero también la más rabiosa, directa y nerviosa es Beryl Bainbridge, de la que la editorial Ático de los Libros acaba de recuperar «La cena de los infieles». El nombre de la novela no esconde nada, es una cena, hay varias parejas, y son infieles, pero a partir de aquí se crea un caos de grandes proporciones que divierte, hace reír a carcajadas y pone los pelos de punta al mismo tiempo. Su primera novela, «Lo que dijo Harriet», es como una versión femenina y menos egocéntrica y satisfecha de sí misma que «El guardián entre el centeno» y ya sería hora de que alguien volviese a publicar en castellano, después de que a finales de los 70 lo publicase Martínez Roca. «Su literatura está a medio camino de Muriel Spark y Evelyn Waugh», afirma John Banville y tiene razón.
En cuanto a la literatura infantil, Salamandra acaba de recuperar «Los lobos de Willoughby Chase», un auténtico clásico en el mundo anglosajón que situó a Joan Aiken como una J. K. Rowling sin mago. Creadora de una de las villanas más temibles de la historia infantil, junto a Cruela de Ville, llamada señorita Slighcarp, el libro hace que el lector se tome personalmente las visicitudes de Bonnie y su prima Sylvia, las pobres niñas que tendrán que enfrentarse a un mundo que se les pone en contra. Muchos han deseado la muerte a la temible señorita Slighcarp.
Las escritoras inglesas, está claro, vuelven a tener su sitio dentro de la avalancha de títulos de las librerías. Humor, sutileza e imaginación, esas son las claves. Todavía faltan otros nombres como los de Jan Morris o Philippa Pearce, pero algo es algo.
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