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Reivindicación de Felipe V por Martín PRIETO

La Razón
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Los grandes historiadores, zambullidos en archivos, olvidan en ocasiones la personalidad psicosomática de los actores de los hechos, y luego tiene que venir un doctor Marañón a explicarnos que Enrique IV el Impotente sí pudo ser padre de la Beltraneja, lo que hubiera modificado el camino de España. Henry Kamen, distinguido hispanista que ha dedicado su vida a estudiarnos y entendernos por encima de nuestras propias filias y fobias, hace más entendible a nuestro primer Borbón. Hoy lo tendríamos por bipolar o maníaco-depresivo, pero el siglo XVIII no fue fuerte en psiquiatría y los males del monarca se interpretaron como indolencia o cabalgadura entre la lucidez y la imbecilidad. Un informe de cámara confirma que el Rey cenaba a las cinco de la mañana con las ventanas cerradas. Se iba a la cama a las siete y se despertaba a las doce. A la una de la tarde, se levantaba y se vestía, oía su misa matinal a las tres, y al cabo de un rato almorzaba. Después se divertía con los relojes, leía o se hacía leer hasta las dos de la madrugada, cuando llamaba a los ministros. Visitantes de La Granja de San Ildefonso testimoniaban que el Rey emitía unos aullidos que espantaban y en una ocasión aulló desde medianoche a las dos de la madrugada. Isabel de Farnesio, una de las mejores reinas de España, culta, mecenas de las artes, hábil diplomática, inteligente y leal a su marido, procuraba ocultar estos desvaríos, porque el resto del tiempo el Rey estaba atento, diligente y en sus cabales. En julio de 1746, antes de dormir, se le hinchó el cuello y la lengua y falleció en segundos. Limpiando el cadáver con esponjas, la piel salía a tiras porque nunca se lavaba y hubieron de dejarle sucio. Una tragedia, porque Felipe V no era indolente ni falto de talento y se esforzó por hacer su trabajo, pero no podía luchar contra la enfermedad y su figura quedó deformada por epítetos durante siglos.

Kamen publica en Temas de Hoy este «Felipe V» que de seguro tendrá ampliación porque es difícil seguirle la pista documental al Rey. En la Nochebuena de 1734 el Alcázar de Madrid (donde ahora asienta el Palacio de Oriente) ardió como en combustión espontánea quedando en pavesas los documentos de la Corona y los papeles de Estado y más de 500 lienzos, entre ellos obras de Rubens, Van Dyke, Tintoretto y Velázquez.


El Estado moderno español
Los Austrias habían dejado España declinante y el cambio de dinastía despertó la codicia de Europa. El Rey Sol despidió al duque de Anjou antes de ser Felipe V con estas palabras: «Ya no hay Pirineos», propiciando un pueblo franco-español. Pero Felipe nunca abjuró del Reino de España. Al entrar en Madrid la Inquisición le invitó a un auto de fe y declinó su asistencia ofendiendo al clero. La Guerra de Sucesión fue inevitable y la entrada de tropas extranjeras tuvo consecuencias como Gibraltar o la inquina catalana por la pérdida de sus fueros y el Decreto de Nueva Planta. La abolición de los fueros de Aragón no fue absolutismo francés sino centralismo castellano, y Felipe preservó los de Navarra y las Vascongadas. A los 23 años de reinado Felipe e Isabel eran conscientes de no ser queridos por los españoles, y la enfermedad del Rey y su misticismo le llevaron a la abdicación en su hijo Luis I, retirándose ambos a Valsaín. La viruela mató a Luis I a los 7 meses de reinado, volviendo la corona al enfermo padre, que culminó mal que bien los cimientos del Estado moderno español. El pueblo no le comprendió y él tampoco podía entenderse a sí mismo. Biografía académica y apasionante de lectura obligada para nacionalistas catalanes y para la familia.