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Castidad 20
Una pareja británica ha inventado una liga con microchip que detecta la actividad cardiaca de quien la lleva y su nivel de excitación. Un sms llega al móvil de la pareja anunciando una posible infidelidad
Resulta contradictorio que, precisamente la prenda más sugerente (según quién la lleve) se emplee a su vez para «preservar» la decencia. La liga, ese objeto fetiche de tantos, en piernas de ejecutivas, enfermeras y vedettes de ensueño, arrancada con los dientes, cortada en pedazos en las bodas... ahora nos sale chivata.
La idea ha surgido de la mente del matrimonio británico formado por Edward y Lucinda Hale, que decidió dar un toque de modernidad al tan infeccioso como polémico cinturón de castidad y han bautizado su empresa bajo el nombre de «Gorgeous Garters».
El novedoso y sensual complemento lleva incorporado un microchip que delata a la mujer con intención de traicionar a su pareja. ¿Cómo? Controlando, no sólo el ritmo cardíaco de la arteria femoral en su muslo, sino también el grado de humedad. Es decir, lo excitada que se encuentre en el momento. En caso de que la adrenalina y la temperatura suban por estar con quien no debe, automáticamente llegará un mensaje de texto al teléfono móvil de la pareja que podrá tomar las medidas que considere pertinentes.
Fidelidad
Pero, por mucha electrónica con la que lo disfracen, el objetivo es igual de arcaico. «El sentido de la castidad responde a cuestiones religiosas, que no son muy flexibles y se mantienen igual en el tiempo», explica la sexóloga y terapeuta de pareja Flavia Limone Reina. De lo que hablaríamos hoy en día a la hora de cuestionar la utilidad de semejante artilugio no es tanto la castidad, sino la fidelidad, la «lealtad al pacto».
La experta matiza que «este concepto sí que ha cambiado y se ha diversificado. Depende de los límites que se establezcan en cada pareja. Y también influyen las nuevas tecnologías que han ido apareciendo, como el chat, los espacios virtuales, o esta liga con sensores, a la hora de poner dichos límites a esa fidelidad. Es cuestión de empatía con el otro, de ponerse en su lugar y pensar si le gustaría que se lo hicieran a él o a ella».
Por el cambio que ha habido, es decir, la forma en que una mujer se mira hoy día, el cinturón no es aceptado. «Y como la liga es una forma de provocar, es un elemento erótico, la fémina termina por entrar en el juego con más facilidad: "Vamos a probar esto, mira lo que te he comprado..."Y al final se encaja la sumisión», sentencia la sexóloga y terapeuta.
Además, hay que pensar que el estado de excitación no siempre viene determinado por las malas intenciones de irse con otro a la cama. Situaciones graves o de miedo, como puede ser un robo en plena calle o los nervios por una cuestión laboral, etc., también hacen que sudemos y se nos acelere el corazón. O simplemente si tenemos calor o hemos tenido que ir rápido a algún sitio porque se ha echado el tiempo encima. Llegar a casa tras una de estas (cuando menos ajetreadas) vivencias y encontrarse un dedo acusador señalando con mirada de odio y reproche, puede traer las peores consecuencias para la pareja. De ahí que los expertos no lo vean como algo práctico ni aconsejable en ningún caso. «Es aceptar que te lean la mente. Es un claro reflejo de una situación de poder de la pareja», concluye Limone Reina. Y es probable que tampoco los ciudadanos de a pie se muestren muy a favor de usarla, si se tiene en cuenta que las encuestas apuntan a que más de la mitad de los españoles sería infiel a su pareja si supiese que ésta nunca se enteraría.
En cualquier caso, quienes quieran probarlas, las tienen blancas, negras, de seda o encaje, y el precio varía según el modelo, aunque rondan aproximadamente las 75 libras (unos 86 euros).
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