Guerras y conflictos
«Se oyen muchos disparos sobre todo por la noche»
Vecinos de la ciudad siria de Deraa, donde comenzaron las protestas contra Asad, relatan el miedo con el que viven cada día
DERAA - En una pequeña plaza de la ciudad de Deraa, donde todo empezó hace once meses, se encuentran las dos caras de la revolución Siria, que está degenerando en una guerra. Las primeras manifestaciones pacíficas pidiendo libertad y democracia tuvieron lugar aquí a mediados de marzo del año pasado y fueron rápidamente reprimidas por las Fuerzas de Seguridad. La situación es muy diferente ahora, después de que la oposición al régimen del presidente sirio, Bachar al Asad, se haya organizado en resistencia armada y se enfrente a las tropas gubernamentales en muchas zonas del país. «Claro, hay combates entre los militares y el Ejército Libre de Siria», susurran a LA RAZÓN dos chicas, mientras miran a sus espaldas por si alguien las escucha y no desvelan sus nombres. Una de ellas vive en la zona de esta ciudad del suroeste de Siria, donde los rebeldes han conseguido hacerse fuertes, al igual que ocurre en otras localidades del país, y que el Ejército trata de controlar. «Se oyen muchos disparos, sobre todo por la noche, y da mucho miedo», cuenta. Su amiga dice que tiene especial cuidado porque su hermano es opositor y los hombres del Gobierno ya han entrado en su casa. Ambas se han sentado a disfrutar de esta plaza de Deraa, normalmente tomada por las Fuerzas de Seguridad, aseguran. «Nos hemos sorprendido al encontrarla tan despejada, pero cuando hemos visto a la Prensa, hemos entendido el motivo». El Gobierno trata de mostrar que la situación está bajo su control en Deraa, pero las medidas de seguridad adoptadas por sus oficiales, así como los límites impuestos a la Prensa, indican que no es así.
En la misma plaza de Deraa, situada junto a la Concejalía de Justicia de la ciudad, tres chicas observan a los periodistas mientras pasean y explican a este periódico que hay violencia en la ciudad, mucho menos que en los primeros meses, pero que todavía hay ataques por parte de hombres armados. «No tenemos miedo, porque nuestro Ejército está aquí y nos protegerá, y acabará con ellos», aseguran Ariyh, Lina y Dima, sin ocultar sus nombres.
El gobernador de la provincia de Deraa, Mohamed Jaled Al Hannus, ofrece la misma versión de los hechos y asegura que fueron los ciudadanos los que pidieron que se desplegase al Ejército después de las primeras semanas de violencia, la pasada primavera, en las que los edificios públicos así como comercios e infraestructuras fueron atacados y destruidos. Según Hannus, esos ataques siguen a día de hoy, pero de forma mucho más organizada: «Células de hombres armados hacen emboscadas contra los controles de seguridad, asaltan a nuestros hombres, les disparan, los matan y luego huyen. No son manifestantes pacíficos, ya que tienen armas», asegura el gobernador, que fue remplazado poco después del comienzo de las protestas para calmar la ira popular.
Al principio, sólo se dirigía contra la corrupción local y las injusticias a las que eran sometidos de forma habitual los ciudadanos, que aún no pedían la marcha del presidente Asad y todo su entorno. «Ésta no es una cuestión de demandas, sino de violencia», repite Al Hannus, que asegura que todos los opositores son bienvenidos a dialogar, porque ésa es la única solución a la actual crisis.
La que ofrece el gobernador de Deraa de forma fuerte e irrebatible es la versión que ha sostenido el Gobierno sirio desde el primer momento, desde aquella primera manifestación en esta ciudad tras el arresto y la supuesta tortura de varios chavales que escribieron en un muro «el pueblo quiere derrocar al régimen». El que se convirtió en el eslogan de las revoluciones árabes desde el comienzo de la revuelta en Túnez en enero de 2010 fue exportado de país en país por la televisión árabe Al Yazira, a la que Damasco acusa de fabricar noticias. «Al Yazira está diciendo que hay cientos de muertos en Deraa», dice Al Hannus, «pero espero que veáis y escuchéis por vosotros mismos la verdad».
Propaganda oficialista
Para ello, las autoridades muestran las armas que habrían supuestamente requisado a los rebeldes: viejos kalashnikov rusos –como los que usa también el Ejército regular–, walkie-talkies, detonadores y bombas de fabricación casera. Los jóvenes soldados que vigilan el arsenal dicen que no tienen miedo ni consideran que estén en una situación de guerra, pero una columna de vehículos militares, incluidos tanques, se dirigía ayer a la ciudad, casualmente en el mismo momento en el que los periodistas la abandonaban.
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