Historia

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Una conmemoración singular

Un Papa viajaba a España para integrarse también en ella. Nunca, desde el origen de la Iglesia, se había registrado un hecho semejante.

La Razón
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´El próximo día primero de mayo la Iglesia católica va a revestirse de honor al beatificar a Karol Wojtila, Papa Juan Pablo II. Pero también para España se trata de una conmemoración singular ya que en 1982 había tenido lugar un hecho sin precedentes: un Papa viajaba a España para integrarse también en ella. Nunca, desde el origen de la Iglesia, se había registrado un hecho semejante. Singular fue también que el alcalde de Madrid que con cordialidad le recibiera, fuese un socialista famoso, Enrique Tierno Galván. Pero el profesor Wojtila, uno de los mejores pensadores de nuestro tiempo venía a mostrarnos de una manera especial las raíces de aquella hispanidad que le permitirían decir, en América, que la mayor parte de los católicos, cuando elevan su oración a Dios lo hacen en español. Para mí, y pido disculpas por el protagonismo, los puntos señalados en aquellas raíces eran principalmente tres.
Primero Ávila. Es la ciudad que conserva enteramente viva memoria de la santa admirable, doctora de la Iglesia, que fue Teresa de Jesús. Era muy importante destacar que en el siglo XX, desde una especie de existencialismo cristiano que produciría gentes como Edita Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), había registrado un retorno a ese carmelitismo contemplativo. Había que ayudar a los europeos a descubrir el secreto que reside en la íntima interioridad de los seres humanos: aquí era en donde, rodeado de aquellas mujeres que se habían entregado a la vida contemplativa, el Papa podía enviar un mensaje no sólo para los creyentes. Con él venia la experiencia de las duras persecuciones de los totalitarismos y especialmente la suya personal de un atentado de muerte al cual había respondido entrevistándose con el asesino para demostrar que nada hay tan grande como el perdón. Y esa era la lección profunda de la santa abulense por cuyas venas habían circulado también gotas de sangre judía.
Trasladémonos ahora a Compostela. Aún nos sentimos conmovidos por aquella homilía profunda que despertaba ecos –la voz muy alta– bajo las bóvedas de la catedral, donde termina el camino de estrellas. Muchas veces hemos tenido que recordar sus palabras: Europa, vuelve a tus raíces, sé tu misma. La gran aportación de las peregrinaciones –y «sólo es peregrino el que camina hacia la tumba de Jacobo», había dicho Dante– estaba en ese principio jurídico y ético en que trataba de construirse la justicia con misericordia. Es cierto que hoy, en el terrorismo imperante, no se dan en modo alguno las tres condiciones. De ahí que el daño no tenga escapatoria, pues lo que el terrorista reclama es al contrario que se reconozca que él tenía razón al obrar de ese modo. Es importante recordar las palabras del Papa ya que la verdadera y fructuosa penitencia debe acompañar a la mirada interior que permite descubrir el secreto, es decir «el castillo interior». Finalmente Segovia. Aquí el Pontífice tuvo un gesto singular que despertó incluso la sorpresa de quienes le acompañaban: quiso permanecer solo en la pequeña capilla donde se conservan restos del cadáver de San Juan de la Cruz. Allí, durante un tiempo bastante largo, los dos santos mantuvieron una conversación de la que, como es lógico, nada sabemos. Pero en el fondo del alma le acecha a uno la intención y el deseo: ¡qué importante sería conocer las palabras que, en profundo silencio se pronunciaron! Juan de la Cruz y su doctrina acerca de la posibilidad de un ascenso desde la noche interior del alma a la luz suprema, han alcanzado en nuestros días una importancia enorme. Subir al monte Carmelo. Recuerdo muy bien la impresión que me produjo aquella breve estancia que tuve la suerte de disponer un día.
Es mucho lo que Europa debe a la católica España en este orden de cosas que guían, o al menos así lo pretenden, la conducta de la persona humana. En aquel pequeño recinto segoviano no hay duda de que el Papa estaba evocando una de ellas. Pues el Carmelo significa, en primer término una especie de reintegración en el módulo interior de la conciencia para descubrir el camino que debe guiar los pasos por la empinada cuesta que permite una alliyah, es decir, un ascenso en la conducta al que todos de algún modo debiéramos aspirar. A este proceso, expuesto en términos poéticos de gran belleza, San Juan de la Cruz lo había llamado subida al monte Carmelo. Pero lo mismo que Juan Pablo II y Benedicto XVI advertirían, es preciso que cada uno procure grabar muy hondas las palabras que empleara San Juan: «desengáñate; a la tarde te examinarán en el amor». Ahí está el gran consejo. No deberíamos olvidarlo.

Luis Suárez Fernández, De la Real Academia de la Historia