Feria de Bilbao

Miuras tan grandes como vacíos

Menos mal que Lucía se empeñó en venir a los toros el día anterior. Porque se empeñó ella a sus seis años recién cumplidos y con pocos conocimientos del toreo; apenas una capea reciente y las imágenes de los encierros. No sabía más. Menos mal que Lucía, a sus seis años, decidió venir a los toros el día anterior.

Rafaelillo trata de estirarse al natural entre las astas del segundo Miura
Rafaelillo trata de estirarse al natural entre las astas del segundo Miuralarazon

Cuando el toro tuvo armonía en sus hechuras, belleza y además embistió. La corrida de ayer de Miura, de otro siglo, tenía poco que dar para éste. Ni por su presencia, toros con casi 700 kilos, ¿qué eran búfalos?, ni por su remates... Pitones que se abrían y nunca jamás llegaban a cerrar. Juro que no había muleta para meter ahí el toreo y hacerlo bonito. No se me ocurre. No lo intuyo ni echándole imaginación...
La de Miura asustaba, imponía para verla pasar por arriba, en el encierro, qué se yo... Cuando llegó la hora de torear se tornaron las cosas. No tanto las maldades como que aquello no tenía sustancia. Cumplieron en el caballo pero cuando llegaba la soledad: toro y torero; entonces no había entrega. Juan José Padilla, que aquí levanta pasiones, se ajustó y asomó al balcón de los miedos en los dos tercios de banderillas. Y el tema era como para salir corriendo. Su primero, de 695 kilos, topaba por el derecho y se dejó por el izquierdo sin mayores aspiraciones. Pasó discreto. Echó más carne en el asador con el cuarto: comienzo en el estribo de rodillas y un trasteo de oficio a un toro que tendió a recortar el viaje según avanzaba el tiempo.
Rafaelillo se empleó con el quinto, que se movió pero regalando en el mismo viaje varios derrotes. Rafael no volvió la cara y sacó lo que tenía. Tuvo mérito, porque el toro era un tren y no era fácil. Se le atravesó la suerte suprema y quedó fea la cosa. También recibió al segundo de rodillas con una larga cambiada en el tercio. Poco más pudo hacer de lucimiento cuando el astado de Miura se quedaba corto en esa media arrancada hacia ningún lugar. Allá nos fuimos.
El catalán Serafín Marín debutaba con la corrida de Miura. Cumplió con el sexto que lo hizo todo por arriba y el tercero, que acudió rebrincado, dentro de su inmensidad, por la falta de fuerzas.
Ya le expliqué a Lucía, mi sobrina, que en los toros, como en la vida, cada tarde es una aventura por desvelar. No sé si lo entendió pero quería regresar al día siguiente a pesar de las dos horas de corrida. Una aficionada en potencia que alargó durante horas el espontáneo descubrimiento.
 

Pamplona. 6ª de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Miura, grandones, muy abiertos de cornamenta, y de poco juego en la muleta en general. Lleno. Juan José Padilla, de azul marino y oro, pinchazo, casi entera (silencio); estocada, aviso (saludos). Rafaelillo, de grosella y oro, estocada contraria, aviso, tres descabellos (silencio); media, seis pinchazos, aviso, dos descabellos (silencio). Serafín Marín, de rosa y oro, estocada baja (silencio); media (silencio).