Ginebra

Biometría: el cuerpo es la evidencia

Identificación a través de la voz, el iris o la huella digital son los nuevos sistemas de seguridad. Una patente española se añade a la lista de sofisticados métodos con el reconocimiento de la córnea 

La biometría supone nuevos riesgos y retos asociados a la privacidad e intimidad
La biometría supone nuevos riesgos y retos asociados a la privacidad e intimidadlarazon

La modulación de la voz, los ojos, la forma de las manos, los rasgos de la cara, las huellas de los dedos o el calor que desprende el cuerpo son únicos de cada ser humano e intransferibles, por tanto una buena manera para autenticar a las personas y un método eficaz para la seguridad, en especial cuando se usa en conjunto. Se trata de la biometría; el método de identificación más fiable del momento.

A pesar de la diversidad de los sistemas, el procedimiento es común a todos. De los diferentes rasgos estudiados se extraen un conjunto de datos que, transformados en algoritmos matemáticos, se almacenan para ser comparados posteriormente con la persona que se necesite identificar. Los expertos consultados coinciden en señalar que los rasgos de nuestros ojos son los más fiables y difíciles de manipular.

La fiabilidad de los diferentes modelos biométricos depende de la cantidad de falsos negativos y falsos positivos que origine: «Yo soy yo, digo que soy yo y no me deja entrar, en el primer caso; algo que no es muy grave. En el segundo, me identifico como otra persona y el sistema se lo cree», explica Enrique Cabello, del grupo de reconocimiento facial y visión artificial de la Universidad Rey Juan Carlos. Durante 2005, el grupo de Cabello realizó una investigación en el aeropuerto de Madrid Barajas, basado en la identificación de los rasgos faciales. Una técnica cada vez más empleada, que ofrece la ventaja de ser poco intrusiva, puesto que la persona no tiene que acercarse a ninguna cámara, pero que, sin embargo, es compleja en cuanto a la fiabilidad, por los cambios de ángulo de la cara, las variantes lumínicas, etc.IdentificarRecientemente la investigadora de la Universidad Complutense, Celia Sánchez Ramos, se ha alzado con el máximo galardón del Salón Internacional de lnventos de Ginebra por un novedoso sistema de autenticación a través de la córnea. Una patente que se suma a la identificación por retina y, la más extendida, por iris. En este caso, se trata de estudiar la primera estructura ocular, que además es transparente, y obtener una topografía tanto de la cara externa como de la cara interna, «singular y no suplantable», señala Celia Sánchez. A diferencia de lo que ocurre en el estudio de la retina (estructura interior a la que hay que llegar a través de la pupila), el acceso a la córnea es universal, por tanto, menos invasiva, puesto que no necesita de tan poca distancia y tanta luminosidad como la cara interna del ojo, y más universal, porque no se necesita atravesar el «diafragma» del ojo que puede estar dañado por la edad o los fármacos. «Las personas operadas de miopía, astigmatismo, etc., son mucho más fáciles de autenticar. Es como si tienes una cicatriz enorme en medio de la cara. Y es inocua, no afecta a la visión», explica Sánchez.

Una buena noticia para la investigación española y para su autora que asegura que la identificación por la córnea puede desbancar a la protagonista de la autenticación ocular, la biometría del iris. Es el disco coloreado del ojo, cuyo tono depende de la cantidad de pigmento que contenga y sirve para regular la cantidad de luz que entra en el ojo, a través de la modulación de la pupila, único en cada individuo y diferente en cada ojo del mismo sujeto. En 1995, el investigador John Daugman de la Universidad de Cambridge patentó hasta 2011 el Iris Code, un algoritmo de reconocimiento que ha servido de base para muchos de los sistemas comerciales de reconocimiento empleados en la actualidad. Con su patente, identificó como la misma persona a la niña afgana que fue objeto de la portada de «National Geographic» dos veces con doce años de diferencia. Sus iris la delataron y acallaron las voces de quien dudaba del fotógrafo Steve McCurry.

Comercializado en medio mundo, sirve, por ejemplo, como método de entrada rápida en los principales aeropuertos de Reino Unido. Es el proyecto Iris, en el que los pasajeros interesados en saltarse las colas de aduanas, pueden registrarse voluntariamente en unos cinco minutos, aceptar que sus datos se guarden en una base de datos y atravesar los controles en tan sólo 20 segundos. «Existe la teoría de que puede copiarse el patrón de iris de otra persona, pero hasta la fecha no se conocen casos de suplantación. En el caso de utilizar lentillas, si la lentilla está pintada, se nota», explica Raúl Sánchez Reíllo, del grupo universitario de Tecnología de Identificación de la Universidad Carlos III, que actualmente investiga en uno de los más novedosos sistemas biométricos y con buenos resultados, el mapa de las venas de la mano; una imagen de la estructura y de las bifurcaciones imposible de suplantar y que está funcionando ya en algunos cajeros automáticos de Japón.

Sistemas que han evolucionado mucho desde que apareciera esa primera herramienta de identificación de la huella dactilar (la otra estrella de la fiabilidad junto al iris), introducido en el mundo policial por Scotland Yard y que encuentra aplicaciones cada vez más difíciles de manipular, como la temperatura del cuerpo o la biometría vascular antes citada. Métodos que evolucionan rápido y que exigen un juego continuo entre el aumento de la seguridad y las leyes de la privacidad, porque no es lo mismo autenticar a un sujeto cuyo pasaporte dice quién es por sus ojos o su huella y otra cosa distinta identificar a posibles delincuentes sin consentimiento expreso de la persona fotografiada. Además, «¿quién asegura que las bases de datos no llegan a manos equivocadas?», puntualiza Reíllo.