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Rafael Matesanz: El orgullo español me ha salido en el campo de los trasplantes

«Veraneo en Ampuria Brava, en el Golfo de Rosas. Es una maravilla donde puedo desconectar, pasear, tomar el sol y no salir de allí. No me faltará en la maleta: música, y formas de conectarme al mundo: móvil, ordenador, internet...»

Rafael Matesanz: El orgullo español me ha salido en el campo de los trasplantes
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Los trasplantes han llevado a lo más alto la marca España. A lo largo de más de veinte años, hay un nombre en quien recae buena parte del mérito: el doctor Matesanz.

–Un triple récord en donación y trasplante de órganos el pasado mes.
–Treinta y seis en un día: procedentes de 14 donantes fallecidos y 4 vivos. Impensable en otro país porque no tienen la infraestructura humana ni material. Somos líderes, pero porque lo hemos trabajado.
–En junio marcamos otro hito: siete trasplantes de urgencias en 24 horas
–Eso es más impactante, porque son siete personas que, de no haber alcanzado un trasplante en 48 o 72 horas, podrían haber fallecido. Toda la angustia que «limpiamos» ese día recompensa.
– ¿Campañas de concienciación, generosidad o que hacemos las cosas bien?
–Desde luego, hace falta la generosidad de la población, pero nada existiría si no hubiera una estructura de personas muy profesionales que conocen sus obligaciones y trabajan los 365 días del año. Es una especie de franquicia en la que todos, sean de la comunidad que sean, se consideran parte de la ONT.
– Y los inmigrantes donan sus órganos aquí más que en sus países de origen...
–Sí, en mucha mayor proporción. Es responsabilidad de los coordinadores, que saben explicarles el tema, y un orgullo: en ese campo, se sienten integrados.
–¿La reforma sanitaria aprobada hará que España deje de ser la «meca» de los trasplantes para todo el mundo?
–Va a impedir algo muy negativo: el llamado «turismo de trasplantes». Gente que de cualquier país venga para un trasplante. Esta reforma acabará con un problema muy serio.
–¿Los órganos donados en España se quedan en España?
–Se quedan primariamente, por dos motivos: porque un órgano tiene una vida media muy corta –desde que se extrae hasta que se trasplanta–. Tenemos un acuerdo de colaboración con Portugal, el país más cercano. De vez en cuando, órganos sobrantes van a otros países de Europa y viceversa.
–Hay un protocolo para que no se conozcan las familias de donantes y receptores. ¿Sería más terapéutico que se vieran?
–Está establecido por ley, aunque no es que sea tabú total. Pero he asistido a situaciones en las que se han conocido y, aunque en principio puede ser una experiencia positiva, al final da lugar a relaciones viciadas que pueden convertirse en una pesadilla.
–Usted se inventó la ONT. ¿Cómo ha sobrevivido a tantos ministros de Sanidad?
–Doce ministros. Pero Celia Villalobos me destituyó –y por teléfono– y hace tres años sufrí un «ataque» duro: me quitaron plantilla, a mi mano derecha. Pero creo que saben que el sistema funciona, pese a los recortes, se trabaja igual. Eso hace más meritoria la tarea de los que integran la ONT.
–¿Se puede hacer su trabajo sin una ideología?
–Yo tengo mi ideología, pero hay que ser profesional. He sido sincero y honrado toda mi vida. Nunca me han cogido en ningún renuncio y se me ha respetado desde los dos partidos que han gobernado en el Estado y en las comunidades.
–Su biografía publicada se reduce a: nefrólogo, casado, políglota y dos hijos.
–He intentado mantener mi vida privada alejada de los medios.
–¿Echa de menos ejercer de nefrólogo?
–Evidentemente. Aunque durante un tiempo volví a tener contacto con los enfermos, no es una profesión que se pueda mantener intermitentemente. Como médico ya sería irrecuperable.
–Entró en la facultad con 16, acabó con 22 y terminó la especialidad con 27. Nada como ser hijo de obrero para espabilarse.
–Fui el primero de toda mi familia que sacó un título universitario; mi padre trabajaba en el Metro y mi madre, en una perfumería. Eso pone de manifiesto que veníamos de una situación difícil, y que hay que resaltar ahora, en este clima de desánimo.
–Esos viajes (de intercambio de carrera) a Europa... ¿Le cambiaron la vida?
–Llegábamos, más que como Alfredo Landa, como vienen ahora los de las pateras. Te miraban como a un bicho raro, hasta que veían que no hablabas tan mal inglés y que incluso sabías de medicina más que ellos. Ahí me salió un orgullo español, que tantas veces me ha salido en el campo de los trasplantes.
–¿Tuitea?
–No. Me parece una pérdida de tiempo importante. Y para una persona con responsabilidad, una imprudencia.
–Me cuenta lo de la colección de caballos.
–Empecé en los primeros viajes. Me parece uno de los animales más bellos y está presente en todas las culturas. Cada vez que voy a un sitio, compro uno: ámbar, madera. El problema es que se me han ido acumulando en casa, pero es una colección preciosa.