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Rascacielos del Gótico al siglo XXI

Hace siglos que el hombre busca, por ostentación de poder o por celebración espiritual, conquistar el cielo con edificios. Del Gótico a hoy, una exposición y un libro lo cuentan.

Una revisión del mito de la Torre de Babel sería la carrera del presente por hacer el rascacielos más alto ¿Cuál es el límite?
Una revisión del mito de la Torre de Babel sería la carrera del presente por hacer el rascacielos más alto ¿Cuál es el límite?larazon

En la Edad Media, el hombre construye catedrales bajo códigos secretos sin escribir manuales, transmitiendo entre generaciones los misterios de la piedra que conquista el cielo. Las bóvedas de crucería y los contrafuertes buscan atrapar lo divino a través de doblegar los materiales y demostrar el poder de los hombres que gobiernan las ciudades. Ése ha sido el afán más viejo: vencer a la naturaleza para hacer posible lo increíble: llegar cada vez más alto. Y se ha convertido en una loca pero fructífera carrera que no se ha terminado. Un libro y una exposición nos acercan a la pulsión del hombre por la desmesura vertical.

Prueba y error
«Junto con un elemento que se podría decir espiritual por dominar el cielo en virtud de acercarse a Dios, hay otro componente fundamental en la arquitectura de las catedrales góticas: dominar la técnica. Es decir, un elemento científico, basado en el método elemental, el de la experimentación, el error y la innovación», señala Pascal Mory, comisario de la exposición que desde hoy está abierta en el CaixaForum de Madrid: «Torres y rascacielos: de Babel a Dubái». «Es muy interesante, porque se trata de una búsqueda compartida de la humanidad. Se da en mezquitas, catedrales, e incluso en las pagodas de Japón. Sus torres se convierten en apertura y cierre de ciudades», añade Mory. Sin embargo, el recorrido debe comenzarse por la catedral gótica. José Luis Corral acaba de publicar «El enigma de las catedrales» (Planeta) movido por esa fascinación. «La catedral es hija de una arquitectura de prueba y error.
A veces experimentaban más allá de las leyes físicas y se derrumbaban por la cimentación o su propia forma», cuenta. Y desmiente los tópicos de «Los pilares de la tierra»: «Detrás de un arquitecto de catedrales había una serie de conocimientos y de opiniones filosóficas. No iba uno al campo con un compás y ya está», asegura. «Para unos, una catedral era una manera de llegar a Dios; para otros, un artificio, un símbolo de dominio y autoridad», asegura Corral. Según Mory, en el siglo XVII se impuso «un estilo universal de construir catedrales que se supone que nació en Francia y se extendió por toda Europa en sólo cincuenta años, de Colonia a Sevilla: el de la catedral gótica. Y es más o menos el tiempo que tarda en imponerse en el mundo tres siglos después el estilo arquitectónico internacional para los rascacielos».

Porque hay quien piensa que los rascacielos no tienen alma y que esos monstruos de acero y cristal no hablan de nosotros. Que su fría piel no se rige por estilos. «El primer precedente de los rascacielos son las torres, como la Eiffel, que es en realidad un objeto inútil que estuvo a punto de destruirse al terminar la Exposición de París. Pero también era una demostración del dominio de la técnica, de la superioridad de los ingenieros franceses, porque fue el edificio más alto del mundo hasta la construcción del Empire State Building en 1931, es decir, casi medio siglo después», comentaba ayer Robert Dulau, también comisario de la exposición. Este es otro aspecto fundamental. Al contrario que en la actualidad, el rascacielos no se crea por una necesidad de espacio, sino por una forma de demostración de poder. La supremacía económica de Estados Unidos no tiene una tradición arquitectónica propia en la que expresarse y necesita inventarse una: «Los grandes edificios se construyen casi sin excepción en suelo americano y casi sin excepción por ingenieros europeos. El conocimiento estaba en Europa, pero rechazaba ese modelo tan ajeno», explica Dulau. Los rascacielos redibujan el mapa de las ciudades, hacen evidentes los centros de poder. El Empire State Building, de 381 metros, se puso en pie en 420 días en el año 1931, en plena crisis económica mundial.

Pistas y estilos
Pero estos gigantes también siguen un discurso estético. Para adivinar de qué época puede ser un rascacielos, basta con mirar a su terminación. Si acaba en aguja, será anterior a los que lo hacen en terraza. Si tiene algún ornamento, también será más viejo que los de fachada lisa. Los rascacielos dicen otras cosas de la sociedad, como el nacimiento de las grandes empresas de oficinas, la racionalización del trabajo. Las fachadas de vidrio indican que dentro tiene que haber aire acondicionado. Si son de ladrillo y de ventanas de guillotina, es que es anterior a 1950. Alguien tuvo que inventar el ascensor y la electricidad. Son los primeros edificios que introducen el parking en su propia estructura.

También son testigos de la pérdida de hegemonía de Estados Unidos en favor de extremo Oriente en apenas 20 años, y, sin hablar, nos dicen que la crisis del petróleo dio rango de potencia mundial a unos países sentados sobre pozos de crudo. Allí más que en ningún sitio los rascacielos tienen intenciones propagandísticas. «No existe necesidad de hacerlos, todo es un desierto», apuntaba Dulau. Desde 1970 surgen los grandes nombres de la arquitectura que crean mastodontes peculiares sin otra finalidad que ser un decorado más del parque temático en que se ha convertido la ciudad y un objeto de las fotografías de los turistas. «Para muchas personas, las catedrales góticas eran un microcosmos. En su interior se jugaba a la pelota, a los dados y se albergaban mercados y se hacían compraventas», dice Corral. Hoy se siguen desafiando las alturas máximas, porque el límite es el cielo.

 

Un microcosmos de piedra
Es una vieja pregunta. ¿Qué representaba para él? Para José Luis Corral era «un microcosmos. Es el universo concentrado en un edificio. Ahí estaba la ciencia y el conocimiento heredado. En la fachada se podía aprender historia sagrada, pero, también qué eran las pasiones, el odio, el amor. En las vidrieras y los retablos leían eso mismo. En esas ciudades existia un orgullo colectivo y se hacían festejos con la inauguración o la colocación de la ultima piedra. Hay que entender que era una obra en la que participaban artesanos, obispos y nobles».
 
 

El edificio de un kilómetro de alto
El eje de los rascacielos ha rotado. El edificio más alto del mundo es la torre Burj Khalifa de Dubái (en la imagen), con 828 metros de altura. «Un país diminuto, sobrado de dinero, que necesita de algo para que hablen de él», resumía Robert Dulau. Eso no es todo. «En La Meca (Arabia Saudí) hay un proyecto para superarlo: sería el primer edificio que supere el kilómetro de altura», explicó Dulau. Un nuevo icono de un país musulmán construido en la ciudad santa. Claro que en la Biblia está escrito, es el mito de la Torre de Babel que advierte contra la soberbia de los hombres.