Luxemburgo
Comienza la reconquista
«Ya me conocéis», se defiende Contador. Que nadie se sorprenda entonces pues no es un descubrimiento su garra atacante, colmillos afilados, hambrientos, a pesar de ganar todo lo que corre. «Si me encuentro bien no puedo resistirme», dice.
El chaval tiene un defecto, lo sabe, «no sé frenarme», se confiesa. Imparable. Más cuando las piernas se funden con la chispa candente como sólo él sabe para hacer bailar la bicicleta a su gusto y más si el deber de la renconquista, de la remontada, le llama. No necesita más, entonces, Contador, que una pequeña subida, un repecho de nada como lo fue Tropea en el Giro cuando todos teorizaban sobre su dudoso estado de forma antes incluso de la llegada de la gran montaña. Igual que ahora. Aprovechó un repecho para atacar, calcado movimiento, y avisar, para meter miedo. Lo mismo. Y terminó segundo, también en el muro de Bretaña. Allí arriba, dos kilómetros finales al 6,9 por ciento de desnivel medio empezó Contador la remontada. Su Tour va de atrás hacia adelante. En ese camino de losa pesada que son el minuto y 42 segundos que hasta ayer, fruto de la caída donde quedó atrapado en la primera etapa y la crono por equipos, tenía con respecto a Andy Schleck, su inspiración la busca en recuerdos, en efemérides legendarias como el Tour de 1989 en el que Pedro Delgado se perdió por las calles de Luxemburgo y saltó a recorrer el prólogo más de dos minutos tarde. «Perico» acabó tercero en aquel Tour.
«Será su victoria más bella», no duda Bjarne Riis. Y no puede hacerlo cuando su ciclista, el mejor del mundo volvió a demostrar por qué. Un repecho necesita, no más, y las piernas entonadas. Sólo le faltó un golpe de riñón si el esprint en la cima del Muro de Bretaña lo hubiera hecho con las manos agarradas a la parte inferior del manillar para ganar la etapa. Levantó los brazos, triunfo que quería para sí mientras la mejor versión de Cadel Evans prosiguió con su pedalada. La «foto-finish» le dio el triunfo al australiano mientras Alberto alzaba el puño. Fue una victoria para Contador en el campo del ánimo. Con su primer demarraje a menos de un kilómetro para el final hizo desaparecer a Andy Schleck del plano de favoritos. Con el segundo, terminó de matarlo. A él, a Horner, Leipheimer y Gesink, a todos, ocho segundos les azotaron, mientras que para Basso y Wiggins fue de seis la penalización por no ser tan buenos como Alberto en un cambio de ritmo fulgurante y mordaz. De esos que esperaban se produjeran en las piernas de Phillipe Gilbert. «Estaba esperando su ataque y no atacaba». Se aburría Alberto y decidió pasar a la acción.
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