Asturias

Música y estética

La Razón
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He visto por Telemadrid la boda de Londres. Una lástima que no me hayan dejado oir la música al completo, porque no han parado de hablar los comentaristas para no explicarnos casi nada. La abadía de Westminster, grandiosa. Lo ingleses saben vender al mundo su mejor producto, que es la Corona. Nosotros no entendemos de eso. En Inglaterra no hay complejos, sino orgullo y rigor histórico, respeto por los símbolos y reverencia por la estética. Más de seiscientos mil turistas se han reunido en Londres para asistir, desde la calle, a la boda de los ya duques de Cambridge. Los sacerdotes con voz de maridos y sin afectaciones. Todos los invitados cantando. Y el público en la calle, también. De envidia. Se me ha antojado heroico el duque de Edimburgo, entonando con gran entusiasmo los himnos a sus noventa años y soportando el peso de las dos mil condecoraciones, aproximadamente, que llevaba en su uniforme. También cantó la Reina Isabel II, excepto el «God save the Queen», porque en su caso sería «Dios me salve a mí», y significaría una extralimitación en las confianzas, siendo la Reina tan medida en todas sus manifestaciones. Asombrosa la belleza de Londres con sus gentes y sus banderas, el protocolo, el buen gusto en general de los invitados y la puntualidad. Insisto en la naturalidad de los oficiantes anglicanos. Hablan sin afectación, como los hombres, hombres de Dios, pero bien timbrados. Elton John gordito y con marido. Beckham con el tatuaje del cuello emergiendo del chaqué. Los comentaristas, un tanto molestos con la BBC, por no ofrecernos planos de la Reina y los Príncipes de Asturias. No se han enterado de que los ingleses venden lo suyo, y lo hacen maravillosamente, y en la presente ocasión, a dos mil millones de seres humanos repartidos entre los cinco continentes. ¿Que podría haber sido más cortés la BBC con los invitados reales de otras naciones?, pues sí. Pero tampoco es para molestarse tanto, entre otras razones, porque a la Reina Doña Sofía le importa un bledo salir o no salir. Vuelvo a la música. Qué prodigio. El ceremonial anglicano se sustenta en la música, y los himnos los cantan hasta en los sepulcros. Los «Bobbys» relajados, haciendo fotografías a los espectadores que se lo solicitaban. Entre los comentaristas, cómo no, emergió el tostón de la abdicación del Príncipe de Gales. Tururú. ¿Por qué debe abdicar en su hijo Guillermo? Es un tipo preparadísimo, inteligente, responsable y con un gran sentido del humor. Además –y este detalle reconozco que es una debilidad personal–, tiene unas formidables orejas.
La boda del hijo mayor del Heredero de la Corona británica, ha servido para que comprobemos, una vez más, lo bien que hacen los ingleses manteniendo la riqueza de la tradición. Elegancia, buen gusto, estética y música. Cinco minutos de homilía. La solemnidad volando por las altísimas bóvedas góticas de Westminster. Con el permiso de los comentaristas españoles, la realización de la BBC, formidable. A nadie le importa en el Reino Unido cuánto ha costado la boda, y todos aciertan. Centenares de millones de libras se han quedado ahí a cambio de los cuatro o cinco millones que completan la suma de la factura. España tenía un riquísimo ceremonial regio que se ha esfumado por los complejos. La boda de la Infanta Elena con Jaime Marichalar en Sevilla cumplió con la tradición porque tuvo –como en Londres–, el apoyo unánime del pueblo. Pero tenemos mucho que aprender de lo que hemos dejado de enseñar. Y la novia, guapísima, simpática, natural y discreta.
Estética pura.