Teatro

San Sebastián

CRÍTICA DE CINE / «La Bohème»: Una tragedia cantada

Director: Robert Dornhelm. Libreto: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica a partir de la novela de «Escena sde la vida de bohemia». Intérpretes: Anna Netrebko y Rolando Villazón. Austria/Alemania, 08. Duración: 115 min. Drama musical.

 
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No es la primera, desde luego, y habrá más. Muchas más. Más bohèmes, más butterflay, más barberos, más. El cine siente predilección por el musical, a qué se extraña ahora alguien con cien años pasados ya: desde principios del sonoro este arte, el séptimo y el mejor, vió en el mundillo de la ópera un excelente almacén de materia prima argumental. Como el desconocido director Robert Dornhelm, quien decidía hace ya un par de años (problemas dicen que hubo entonces) dirigir esta nueva adaptación de la melodramática historia que la música, tremenda, aplastante, hermosa de Puccini hizo inmortal. O sea, los amores de la enfermiza Mimí (que encarna Anna Netrebko, guapa, de mirada sumisa pero inaprensible) y el bohemio Rodolfo (Rolando Villazón, todo gesto, todo ojos con el ansia gestual siempre de las tablas), dos personajes tiernos de vidas míseras que durante una noche de luna llena se enamoran para toda la vida mientras sienten un frío que ninguna estufa remedia en un cuartucho situado en el Parísdel siglo XIX. Aunque esa misma vida da muchas vueltas y los celos, las tontas perspicacias, son siempre traicioneros, de ahí la tragedia.

Antes oiremos las bellas composiciones del italiano que rondan por una capital francesa a color y en blanco y negro, todo depende del capricho de un Dornhelm probablemente abrumado por la responsabilidad del libreto. Sin aplausos ni caída del telón, sin bises, ni uno solo... Con fundidos en negro, varias escenas yuxtapuestas y, claro, el montaje que lo salva, o destroza, casi todo, los grandes divos de la escena Netrebjko y Villazón parecen un poco más pequeños y anodinos, el carisma menguado. Suenan excelentes las voces, pregrabadas, sin sudor e impecables, y, a pesar de ello, les falta el mismo calor que a esos pobres poetas y pintores cansados de quemar sillas para calentar las manos. Menos mal que nos queda la agonía, elegante y lánguida, de la desgraciada Mimí, la impotencia del arrepentido Rodolfo, una despedida larga porque nadie, ni ellos ni nosotros mismos, queremos que acabe la función. Aunque ellos sigan padeciendo el adiós definitivo a través de un agujero negro, un truco igual que el de las películas mudas.


Villazón pregrabado
Cuando a Rolando Villazón, que hoy aterriza en San Sebastián con su disco mexicano bajo el brazo, se le pregunta si es a él a quien se escucha en «La Bohéme» lo toma casi como una ofensa. Lo comprobamos en Madrid hace dos años: «Rodar esta película fue una experiencia interesante, pero es mi voz la que se oye de principio a fin, aunque está pregrabada», explica.

Una voz con intermitencias aunque con un público que sabe guardarle la ausencia y que se rompe las manos cada vez que el tenor pisa un escenario, como en su reciente debut en La Scala, donde ha vuelto a llevar a lo más alto al Nemorino de Donizzetti.