Conciliación

Colonias para madres

La Razón
La RazónLa Razón

Acabo de dejar a mi preciosa rubita en el autobús que la llevará a una colonia de verano. A pleno sol, los padres aplaudían la salida de los pequeños. A mí me ha parecido un aplauso de alivio; un sentimiento prohibido en esta sociedad que opina que son sólo los padres y, sobre todo las madres, las que han de bregar con sus críos mientras los profesores se toman sus merecidas vacaciones. Pero es que las madres no tenemos tres meses de asueto, las más afortunadas tendrán uno y, el resto, los muchísimos días restantes, los pasaremos haciendo el duro trabajo de siempre y, además, intentando encajar y divertir a nuestros energéticos retoños. El agotamiento es tal que cuando les vemos partir no nos queda ni hueco para la pena. Sí, dentro de unos días echaremos de menos sus sonrisas y abrazos, su presencia perenne, pero ahora, ahora sólo pensamos en dormir, en descansar, en gozar del silencio. La sociedad progresa ciegamente pero no se plantea cómo manejar el resultado de esos cambios. Antes, cuando yo era pequeña, los niños podíamos bajar a la calle y jugar con amigos. No había apenas peligros. Antes las madres, menos ocupadas afuera, podían soportar mejor la situación. Hoy, las vacaciones escolares siguen siendo las mismas, pero no hay recursos para disfrutar de ellas. Al estrés cotidiano se suma el de hacer de amiguito de tu hijo que, aburrido en casa, te pide marcha a todas horas. Los más pudientes pagarán un dineral por el verano de sus niños. La mayoría, bajo la solanera de los parques, contará ansiosamente las semanas que faltan para que el otoño acabe con ese absurdo caos.