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Rocío Jurado de momento sin museo por Jesús MARIÑAS

Frenazo al importante atractivo turístico que rematará con el tiempo y una caña la ruta Rocío Jurado de Chipiona.

Ortega Cano y Gloria Mohedano, en una exposición sobre la artista en 2010
Ortega Cano y Gloria Mohedano, en una exposición sobre la artista en 2010larazon

Muerto el fidelísimo Juan López de la Rosa, -que no dejó ningún tipo de memorias o rebotados recuerdos estrictos porque su lealtad era máxima y no contemplaba resquemores-, ahora es Amador quién heredó el testigo y acaso el futuro puesto de director o conservador de este «in memoriam» de la más grande, incluso en ese pueblecito devastado por las invasiones turísticas donde tuvieron casa y entrenamiento desde Gracia Montes a Juana Reina a la semirecluída Paquita Rico, cara bonita y exportable del cine «made in Cesáreo González». Me cuentan que decae en Sevilla como Carmen Sevilla lo hace en su casa del madrileño Rosales. Ya no tiene cabeza para nada, ella tan cascabelera siempre. Se apagan como el «Cine de barrio», ya sin impacto, fiel y repetitivo en un repertorio inamovible, con Martínez Soria, Lina Morgan y Manolo Escobar. Hay que añorar a un José Manuel Parada que anteanoche festejó su aniversario con la abuela Tablada, Máximo Valverde y alguna otra reliquia de tiempos mejores, reclutadas por Jacobo Fitzgerald, muy íntimo del gallego que ya reconoce a su ex Chelo García Cortés. La de dormidas que hemos compartido viajando mundo adelante José Manuel como hombro amigo sobre el que llorar. Suele ser una tumba como De la Rosa lo fue con Rocío, otro íntimo que se nos fue en plena juventud, ¡ay!, hasta el último minuto tutelada por Rosa Benito.

La reencontré en armonía prenatal, bautizando su libro, más bien folleto de ciento treinta páginas, con platos familiares. Miguel Álgel Almodóvar la miró asombrado, no sé si ante las recetas caseras «casi todas aprendidas de mi madre o abuela» o por el atrevimiento, él, tan experto en grandezas culinarias que llegaron a comparar su escritos con los de Cunqueiro, que está de centenario. Rosa resplandecía bajo blancura más primaveral que prologadora de Navidad, que pasan en Chipiona porque Amador sigue controlando el obligado retraso del museo de Rocío:

-Lo han parado por falta de presupuesto: ahora gobierna el PP. Y estamos a la espera de reanudar los trabajos. Será imponente, con sala de conciertos y un total de 315 trajes expuestos. Los conservaba mi sobrina Rocío, que les recibió con el total de su imponente herencia. Sara Montiel amadrinó el libro de Rosa casi irreconocible bajo pieles hasta las orejas. Pronto cumplirá 83, que algunos tachan de 85. Da lo mismo: está fresca, lúcida y clara como pocas veces.

-Al final conservo mi dúplex de Goya-Nuñez de Balboa, aunque haya vendido cinco casas. Pero me queda alguna otra, bromeó ante la parece que evidente esrafa de su administrador, que fue mano derecha de Pepe Tous. Me contó que proyectaba Nochevieja en París con su noviete ilicitano.

-Queríamos pasarla en el restaurante de la Torre Eiffel, pero Frédéric –se refiere al sobrino de Mitterrand, actual ministro de Cultura– me lo desaconseja «porque allí no dan las campanadas» y cenan a las ocho. Nos quedaremos en casa, concluyó resignada desde su grandeza inconmovible.