Barcelona
Pep supera la reválida
Pep Guardiola ha aguantado el segundo año al frente del banquillo del Barça con entereza. Tras el empacho de triunfos en la temporada de su estreno, sabía que todo lo que viniera iba a ser a peor. Era imposible repetir todos los triunfos. Ha repetido título en la Liga, llegado a semifinales de la «Champions» y, sobre todo, se ha convertido en la imagen del Barcelona. Nadie como él refleja la filosofía azulgrana, nadie da más la cara: han sido 58 partidos esta campaña entre todas las competiciones, lo que equivale a 116 conferencias de prensa, una antes y una después de cada encuentro. Y muy pocas veces ha patinado.La importancia de Guardiola se vio el pasado verano porque el mes que se marchó de vacaciones, el Barça se descontroló con las declaraciones altisonantes de su presidente, que durante parte del curso ha estado preparando el salto a la política. Guardiola hizo el juego a Laporta con la escenificación de la renovación, que no se firmará hasta después de las elecciones, aunque sus gestos indicaban que no estaba a gusto. La imagen de Joan trayéndole hacia él para darle la mano, para salir en la foto, la sonrisa de uno y la cara de circunstancias del otro, son significativas. Elegante en la victoria, también ha sido un buen perdedor, pese a que se le haya visto más nervioso de lo habitual. Felicitó al Inter de Milán y al Sevilla, los rivales que pudieron con él en la «Champions» y en la Copa, y pidió perdón a la afición por no poder ganar esos títulos.Sólo el tema arbitral ha conseguido sacarlo de su discurso comedido: «En la Meseta Central saben mucho de árbitros». Ha sido uno de sus pocos deslices en 116 apariciones públicas. Obseso de su trabajo hasta el límite, el banquillo era su destino desde que se dedicó al fútbol. Javier Clemente ha reconocido que como jugador era un pesado, preguntaba constantemente, y en el último partido pudo verse cómo seguía dando instrucciones a Keita pese a que el marcador reflejaba un rotundo 4-0; Kiko asegura que nació con una libreta, y Juanma Lillo, su gran amigo, lo define perfectamente: «Los demás son jugadores que después entrenan y él es un entrenador al que antes le dio por jugar». Pasional, no pudo contener la lágrimas al ganar el Mundial de Clubes y completar los seis títulos. Impulsivo, ha sido expulsado una vez esta temporada, pero no debe sorprender porque lo mismo le sucedió en su segundo partido como técnico del Barça B. Y es que prepara los encuentros con el primer equipo con la misma intensidad que lo hacía con los chavales. Este año, con pocos fichajes, con la plantilla justa, ha utilizado más que nunca a la cantera, y en los momentos difíciles: Bojan ha jugado en ataque los últimos partidos de Liga y Jeffren jugó los minutos finales contra el Inter. Gran motivador, Pep mantiene unido al vestuario. Nadie levanta la voz, juegue más o menos. Arriesgó en la decisión de la marcha de Etoo y los millones que costó Ibrahimovic no le han impedido dejarlo en el banquillo en algunos de los momentos importantes del año. El sueco, un futbolista polémico y egocéntrico, no se ha rebelado pese a esas suplencias. Guardiola podría perpetuarse en el banquillo del Barça, ahora mismo él es el Barça, pero los que le conocen dicen que no lo hará, que cree en los ciclos cortos, que buscará nuevas aventuras y retos.
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