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Europa se tiñe de Navidad

Un bosque de luces ilumina el Viejo Continente. Mercadillos rebosantes de bolas y figuras atrapan la mirada del viajero mientras los villancicos suenan de fondo 

Europa se tiñe de Navidad
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Cuatro grados de máxima y menos tres de mínima. Suena poco apetecible, pero ataviados con un buen gorro, bufanda y guantes, el plan se torna de lo más atractivo. Es Navidad y Europa se viste de largo. El único requisito que debe cumplir el viajero es mantener los ojos abiertos ante la amalgama de luces que asaltan su atención. Bajo un manto de nieve, el Viejo Continente se tiñe de luces de colores y nos embriaga con un intenso olor a castañas asadas, salchichas a la parrilla, pan dulce y vino caliente, este último, aliado perfecto para combatir el frío.
Al sur de Alemania, la plaza Schiller de Stuttgart es parada obligada no sólo para comprar detalles navideños, sino también para contemplar un espectáculo único: los tejados de los dos centenares de casetas que se apilan delante del Palacio Nuevo compiten por convertirse en el quiosco mejor decorado del año. Un enorme Belén, gnomos, campanillas o un sonrosado Papá Noel protagonizan la silueta de unas techumbres difíciles de pasar por alto. No muy lejos, el mercadillo de Múnich es otro de los imprescindibles en Alemania, pues data del siglo XIV. La impresionante iluminación de la Marienplatz y del abeto de más de 30 metros de altura que corona la plaza resulta sobrecogedora. Pero las emociones se multiplican cuando, desde el balcón del Ayuntamiento, suena la música.


La romántica capital de Austria tampoco se queda atrás en época de Adviento. Las calles de Viena quedan invadidas por las más de 140 casetas que invitan a decorar el hogar «a la austriaca», con adornos hechos a mano y figuras de vidrio soplado o de madera. En el corazón de Europa, el mercadillo se extiende a lo largo y ancho de Bruselas. Pero, además de comprar, aquí resulta imprescindible adentrarse en la plaza de Santa Catherine y patinar sobre la gran pista de hielo, con capacidad para 300 personas.
Aunque parecidos al resto de los puestos de Europa, los mercados navideños de París tienen su propio encanto. El de los Campos Elíseos presume de más de un centenear de casetas. Lejos de la capital, en la región francesa de Alsacia, las calles de Estrasburgo huelen a canela, barquillo, naranja y anís, tal y como ya lo hacían por Navidad allá en 1570.