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El saqueador distraído por Alfonso Merlos

La Razón
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Podríamos concluir que el maoísta Sánchez Gordillo es un cachondo, si no fuese porque ha comandado el asalto violento de una banda de ladrones para escarnio de los que se ganan cada día el pan, trabajando o no en Mercadona, con el sudor de su frente. Es de chota barata que este líder del pueblo llano, redescubierto en su decrépita estampa palestina, se refugie ahora cobardemente en su condición de aforado para escaquearse del arresto de la Policía Nacional o la Guardia Civil.
O sea, el que repudia toda clase de privilegios o prebendas del poder (amamantado de él como está durante treinta años), el que se rebela en comandita contra las clases dominantes, se cobija tras el burladero de su condición de político profesional para no ser tratado como un ciudadano raso más. Es una mezcla de pasotismo, de indolencia y de cinismo. Pero sobre todo, negarse a pasar por la comisaría o el cuartelillo para aclarar lo ocurrido es mostrarse enteramente dispuesto a tomar por imbécil al personal. No hay más. Y sin embargo, ahí no termina la burla. Resulta que este epígono ibérico de Ho Chi Minh excusa su impulso en el atraco al súper asegurando que él no fue autor activo sino que se concentró en realizar «maniobras de distracción». Quizá sea posible echarle más morro al asunto pero tiene que ser harto complicado. Tanto como pensar que la izquierda destartalada que ha contribuido a arruinar Andalucía y arrastrarla hasta el lodazal de la pobreza se crea ahora autorizada a enseñar el camino ético para sacar a los débiles de la crisis. Los débiles, camarada Gordillo, tienen que deslomarse por desgracia para pagarle la nómina a diputados impresentables como usted.