Argentina sin tópicos

El noroeste argentino es un territorio por descubrir, un perfecto desconocido si lo comparamos con otros destinos como Buenos Aires, Patagonia o Iguazú, que el viajero inevitablemente siempre elige en sus visitas a este enorme país. Pero lo cierto es que Tucumán, Salta y Jujuy aguardan con la magia de lo inesperado. Son muchas las razones de peso para incluir estas provincias en su próximo viaje a Argentina.
El punto de partida perfecto para comenzar la ruta es San Miguel de Tucumán, capital de la provincia del mismo nombre y cuna de Mercedes Sosa, «la Negra», como cariñosamente la llaman sus fieles. Visita inexcusable a la Casa de la Independencia, el edificio histórico con mayor simbolismo de la ciudad (y posiblemente de todo el país), donde el 9 de julio de 1816 se firmó el acta de independencia de Argentina, rompiendo de esta forma «los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España». A pocos kilómetros, Tafí del Valle es el lugar de recreo por excelencia de la provincia tucumana. Antiguo asentamiento jesuítico durante el siglo XVIII, actualmente es una hermosa villa de veraneo que ofrece actividades al aire libre como senderismo, recorridos en 4x4 o cabalgatas. Unos 10 km más allá, en la pequeña población de El Mollar, nos tropezamos con el Parque Arqueológico de los Menhires, una fantástica colección de más de 50 monolitos grabados con rostros humanos, animales y figuras amorfas exponentes de la cultura Tafí.
 
ÚLTIMO BASTIÓN ESPAÑOL
Pero esta provincia aún encierra más sorpresas, como las inquietantes ruinas de la ciudad sagrada de Quilmes, un maravilloso legado del ingenio urbanístico de los indios de los valles calchaquíes y uno de los asentamientos prehispánicos más importantes de Argentina que nos hacen sentir diminutos ante la genialidad pasada. Con poco más de 6.000 habitantes, se convirtió en el último bastión de la resistencia indígena ante los españoles hasta que, en 1667, cayeron derrotados. Como castigo, los prisioneros fueron obligados a caminar encadenados hasta el sur de la provincia de Buenos Aires, unos 1.200 Km, donde los pocos supervivientes a tan inhumana marcha fundaron una ciudad bautizada Quilmes en recuerdo de la brutal campaña.
Rumbo al norte, cruzando la línea simbólica que divide las provincias, nos adentramos en Salta. La capital del mismo nombre fue fundada por los españoles en el siglo XVI y mantiene intacto su casco histórico, con el trazado urbano en cuadrícula tan característico de las urbes coloniales. El Museo de Arqueología de Alta Montaña es famoso por exhibir las momias de tres niños inhumados hace más de 500 años. Es casi imposible no sobrecogerse ante el casi perfecto estado de conservación de los cuerpos de estos menores, hijos de nobles incas, sacrificados en actos rituales en la cima del volcán Llullaillaco, el lugar más cercano al Sol.
Con el poético nombre de «el tren a las nubes» se conoce al trazado ferroviario más asombroso del mundo. El tren parte de la estación general Belgrano, en Salta, y llega hasta el impresionante viaducto de La Polvorilla (63 metros de altura), muy cerca de San Antonio de los Cobres… ¡a 4.220 metros de altitud! El recorrido es de 217 km, que se hacen en 16 horas. El tren está equipado con máscaras de oxígeno y cuenta con un servicio médico para asistir a los viajeros que sufren el llamado «mal de altura».
La siguiente obligación es recorrer la Ruta 68, que une Salta con Cafayate, capital oficiosa de los valles, para llegar hasta la Quebrada del Río de las Conchas, un fascinante escenario natural labrado por la erosión del agua y el viento durante millones de años. Las magníficas formaciones geológicas se suceden a uno y otro lado de la carretera, como el Obelisco, la Garganta del Diablo o el impresionante Anfiteatro, un estrecho callejón con paredes que se alzan hasta 70 metros.
De nuevo, nos sentimos insignificantes al entrar en el Parque Nacional de los Cardones, creado en 1996 para proteger su singular flora, particularmente los cardones, unos cactus gigantescos con fuertes brazos, capaces de soportar los rigores del clima casi de-sértico. Otro atractivo de este parque es la famosa «recta del Tin Tin», un camino (ahora asfaltado) completamente recto de 18 kilómetros construido por los nativos prehispánicos, con la misma perfección y precisión que hoy sólo podría lograr la más moderna tecnología.
A medio camino entre las provincias de Salta y Jujuy, siguiendo la Ruta 40 hacia el viaducto de la Polvorilla, nos topamos con las Salinas Grandes, una inmensa planicie de sal a cielo abierto que, con sus 212 kilómetros cuadrados, está considerado el tercer salar más grande del mundo. Se puede recorrer libremente, siempre con calma, sin olvidar que estamos a una altitud superior a los 4.000 metros.
El último alto en el camino es Pumamarca, un auténtico pueblo de postal al más puro estilo de Jujuy, con casas de adobe a los pies del onírico cerro de los Siete Colores, una formación geológica de increíble gama cromática, auténtico icono de la región, que sirve de broche de oro para un recorrido apasionante por los paisajes más dispares de la asombrosa Argentina, ésa que poco tiene que ver con el tango.

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