Sevilla

Manzanares la cadencia del toreo

- Sevilla. 10ª de feria. Toros de El Pilar y Moisés Fraile grandes de presentación. 3º, 4º, 5º y 6º, buenos. Lleno. - El Cid, de verde botella y oro, estocada que hace guardia, un descabello (silencio); metisaca infame, estocada (pitos). - Sebastián Castella, de azul pavo y oro, estocada, descabello (silencio); buena estocada (oreja). - José María Manzanares, de azul marino y oro, pinchazo, aviso, media, estocada (saludos); pinchazo, estocada (oreja).

José María Manzanares torea sobre la diestra al tercer toro, ayer en Sevilla
José María Manzanares torea sobre la diestra al tercer toro, ayer en Sevillalarazon

SEVILLA-Pasará tiempo, tal vez mucho, hasta que la desmemoria borre algunos de los muletazos que Manzanares dio ayer al sexto. Caía la tarde, moría en la ilusión que precede a la gloria de cortar una oreja. Se la había llevado puesta Castella de otro toro bueno. Porque buenos los echó El Pilar y Moisés Fraile. Grandotes, con cuajo, serios de verdad y llenos de matices para hacer el toreo. El colorado sexto tuvo una bondad infinita, una profundidad que arrebataba por el temple, la nobleza y la capacidad de seguir una y otra vez el engaño. Le tocó a un Manzanares que esta vez sí decidió hartarse de toro, rebozarse con él, fundir las pieles para explotar los sentidos. Tenía todo tanta lentitud, le salieron los muletazos tan a ralentí, que esa cámara lenta llenaba el alma. Resultaba todo estético, tan colmado de cadencia, gusto y armonía que los remates, donde Manzanares pone el arte a los pies del toreo, se antojaban canela fina. Por derechazos se sintió, menos entidad logró al natural y entre una cosa y otra daba todo igual. Ver cómo se fraguaba la siguiente tanda ponía el contador a cero. Manzanares no sólo acompañó, lo degustó. Lo vivimos todos y a pesar de que el hechizo se rompió tras el pinchazo, a La Maestranza le quedaba el poso de lo bien hecho. Veníamos de un quinto bueno. Ese con el que Curro Molina puso a Sevilla en pie. Clavó torero y en la pura cara, sacando pecho por la profesión. Banderillero, de primera fila, puso dos monumentales pares al quinto. De esos que dan sentido al tercio. Y la gente lo agradeció. Sebastián Castella, su matador, venía revolucionado y enardecido después de torear despacio y bonito a la verónica.

Por chicuelinas después, quieto, estético... Dos veces fue al caballo el toro desde lejos, las mismas que derribó, la segunda como si toro y picador fueran de papel. La pujanza no le duró al animal, pero quedó una inagotable fuente de nobleza, de voluntad por embestir y hacerlo con largura, temple, son... Mil pases se hubiera tragado sin rechistar. Unos cuantos menos le dio el francés en un toreo ligado, suave también, aterciopelado a veces y algo falto de emoción. Lo mató tan de verdad, tan por arriba, que creímos buen final.Antes, había querido el segundo de la tarde seguir el engaño del francés, pero le faltaba fondo para la entrega. La faena que construyó se quedó en la soledad de los intentos. Salía el primer Moisés Fraile despavorido de la suerte de varas. Así, nada más empezar y con el aturdimiento de la lluvia, y no teníamos muy claro si seguíamos en la mansada del día anterior. Se encargaron los siguientes toros de dejar el listón alto. Un favor le hizo la presidenta a Alcalareño al cambiar el tercio de ese primer toro: esperaba, aguardaba la embestida y cuando llegaban las estrecheces arreaba el toro a traición. En tablas buscó faena El Cid, sólo ahí permanecía el toro, y la eléctrica labor apenas caló.Le apretó de salida el cuarto y en blanco dejó los recursos para sacarlo airoso a los medios. Por arriba entró en el caballo y con codicia llegó a la muleta. Reponía, iba a más y exigía. Tenía faena el toro en esa movilidad. Cuando la muleta la dejó por detrás ganaba la partida el animal, desarbolado el torero, callados los públicos. En ese duelo interno, externo a ojos del círculo mágico de La Maestranza se resquebrajó el embrujo de lo que pudo ser. El Cid no estaba para torear, ni para matar. Y lo vieron todos. A Manzanares le costó creerse la bondad del tercero, que tenía calidad aunque iba justo. Fue en un cambio de mano de esos soberbios cuando descubrió el pitón izquierdo. Por ahí comenzó faena ya más en serio. Vendrían después muletazos extraordinarios cuando atacaba al toro, se acoplaba a su ritmo y buscaba el viaje más por dentro que por fuera. Pero todo esto sólo ocurrió en ocasiones, el restó quedó abocado a las intermitencias. A un sí pero no y la incertidumbre de pensar qué hubiera pasado de tomar por norma la calidad. Lo descubrimos en el sexto. Que manera de torear, el día que quiera deja Manzanares el toreo de pie y sentado a su lado.

El Cartel de hoyToros de Jandilla para Julio Aparicio, Morante de la Puebla y Cayetano Rivera Ordóñez.