León
Fotos vengan fotos
Como soy positiva, confieso, acabo de verle la cara amable a la crisis. Porque cualquier bocadito me da un respiro. Alarmados por la «bomba de relojería» que es nuestro déficit, según Zapatero, los partidos han puesto cotito, más que coto, a sus gastos electorales. Los líderes ya no asomarán su careto en ningún cartel, salvo en los 15 días de campaña electoral, aunque, en lo que se refiere al gasto, sólo lo reducirán un 15 % para seguir apedreándonos con sus mailing y sus fotos, durante toda la campaña.Hasta las elecciones, primero catalanas y luego autonómicas y municipales, nuestros políticos tronarán todos los días para buscarse un hueco en el contenedor cerrado de las noticias. Pero en cuestión de meses volveremos al bombardeo de las campañas, con un 15% menos de molestia, un regalito del cielo que los socialistas no han querido elevarlo a la categoría de regalo con el tijeretazo del 30% que proponía el PP.Zapatero, ZP, Z, el de la Ceja, es un producto de márketing nacido de la conjunción de una imagen agradable y un mensaje de titular, simple y penetrante. Machacón diría yo. Por eso es de entender que Pepe Blanco no haya podido despojar los gastos en cotas tan elevadas como pedía el PP, porque a Zapatero, mejor que conocerle por lo que hace, es conocerle por lo que dice, en prédicas amables y propagandísticas, y mejor aún en fotos cándidas que se asemejan a la primera comunión en León. Los socialistas siempre lo han apostado todo a las campañas. Contra pronóstico ganaron en 2004, creciendo en quince días lo que el tándem Aznar/Rajoy iba menguando, y en 2008, «Vota con todas tus fuerzas», porque «trabajamos por la paz», Zapatero se presentó impoluto, camisa blanca, de mi esperanza, mirada penetrante, sonrisa entreabierta, y plano corto del yerno que todas las suegras hubieran querido tener, no como el zarrapastroso de Rajoy cuya barba sólo se arregla en elecciones. Pues bien, estos gastos electorales no se acotarán más porque el PSOE sigue confiando en sobrevivir a la debacle, cuando llegue la campaña, a base de impactos y fotos.Los partidos saben que sobran los mailing, las cuñas y los spot, la cartelería farolera, los megáfonos callejeros, y los mítines de bocata y autobús –lo que en la última campaña costó 70 millones de euros– si aceptaran debates electorales sin reglas prefijadas. Y, sin embargo, esto nunca lo han hecho. Sus debates han sido de cartón piedra, una pantomima organizada por ellos mismos, con demasiados corsés, límites, cronómetros y miedo, tanto miedo como el del torero en medio de la plaza. Así es que dispongámonos a soltar otra vez la cartera porque, lo que viene, seguiremos pagándolo como siempre entre todos, esta vez en crisis. No sólo apoquinaremos lo que no tenemos sino que nos tocará encontrarnos con la cara sonriente de los líderes en cada farola, alegres otra vez, durante quince días, sin remisión. Dos disgustos de los que ellos, los de la foto, no nos han querido privar.
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