Los Ángeles
Leonard Cohen qué fue primero el poeta o el cantante
Palabra y sonido se funden en el imaginario del artista, autor de una balada interminable escrita en prosa y verso y por la que ayer recibió el galardón, que recogerá en Oviedo en octubre. ¿Escritor o cantante? Artista, y de los grandes.
Si hay un artista sobre el que siempre costó discernir dónde terminaba su vocación de músico y dónde comenzaba su transformación en poeta, ése es Leonard Cohen. Ahora, para profundizar en el debate, recibe el Príncipe de Asturias de las Letras 2011 por saber contar la vida «como una balada interminable» y haber creado «un imaginario sentimental» en el que se funden la poesía y la música. Así lo reseñó el jurado del premio en su acta, leída ayer en Oviedo por su presidente, el ex director de la Real Academia Víctor García de la Concha, quien se apresuró a recordar que si bien Cohen es más conocido como cantautor, «antes fue poeta y novelista, más poeta que novelista». Efectivamente, su primer libro fue «Let Us Compare Mythologies» y se publicó en 1956, 11 años antes de que completara su primer álbum de música, «Songs of Leonard Cohen», que marcaría el comienzo de una carretera tardía y maravillosa. No será fácil despejar la polémica, sobre todo si se tiene en cuenta el listado de ganadores precedentes. Cohen es el primer músico que lo logra, aunque el jurado se esfuerza en hablar de su obra literaria para justificarlo.
Lo cierto es que siempre fue contracultura, antes y ahora. Alejado de todos los patrones de la moda, el canadiense logró construir un universo lírico casi desgarrador que encontraría en la música su mejor vehículo de expresión, su forma de llegar a públicos masivos, algo que no consiguió –ni conseguiría– con la escritura en prosa o verso. Nació el 21 de septiembre de 1934 en Montreal, Canadá, en el seno de una familia judía de clase media. Enamorado de los simbolistas franceses, la poesía revolucionaria española y la contracultura americana, a los 21 años publica su primer poemario, «Comparemos mitologías», e inauguró una etapa de 10 años en la que alternaría lírica y prosa. «El juego favorito» (1963) y «Hermosos vencidos» (1966) son sus dos novelas más importantes, en las que el experimentalismo convivía sin problemas con sus ansias por llenar de lirismo las pasiones más miserables del ser humano.
Pero Cohen también vivió en primera persona la época dorada del rock and roll. Siempre adoró a artistas como Hank Williams y Elvis, pero la irrupción de Dylan o Lennon le permitió pensar que era posible otro vehículo de expresión para sus escritos. Y así nacieron discos tan maravillosos como «Songs of Leonard Cohen», «Songs from a room» y «New skin for the old ceremony». «Recent songs», de 1979, marcó el final de una época y hasta cinco años después no llegó «Various positions», coronado por la épica «Hallelujah», uno de los temas más emocionantes de nuestra era.
Vivir en el Chelsea
Pero si Cohen necesitaba un disco para consagrarse entre los más grandes, que no es así, éste llegó con «I'm your man», de 1988, un álbum imprescindible gracias a canciones tan poderosas como «Ain't no cure for love», «Everybody knows», «Take this waltz» y «First we take Manhattan». Cohen no sólo fue aceptado por la clase musical, sino que formó parte de su bohemia y se instaló durante una época en el hotel Chelsea de Nueva York y se enamoró de Janis Joplin, por poner sólo dos ejemplos. También entabló gran amistad con Dylan, una relación de admiración mutua que hoy perdura. Es famosa una anécdota nacida de una conversación entre ambos, que ayuda a entender qué diferente es el proceso creativo según qué artista. Resulta que Dylan le preguntó a Cohen cuánto tiempo le había llevado componer «Hallelujah» y el canadiense le contestó que cerca de un año. Después, Cohen preguntó al de Minnesota sobre la canción «I and I» y Dylan le dijo que la terminó en 15 minutos. Cohen siempre fue un estudioso del verso, al contrario que casi todos los músicos, poco ceñidos a la métrica.
En 1994, después de la promoción de «The Future», se retiró a un monasterio budista en Mount Baldy, un centro de meditación zen cerca de Los Ángeles, donde ejerció de chófer y cocinero. En 1996 fue ordenado monje budista zen, como Jikan Dharma, con el significativo nombre de «El silencioso». No produjo ninguna canción hasta 2001, con «Ten New Songs», tres años después publicaría «Dear Heather», su último disco de estudio hasta la fecha. Más penoso fue lo ocurrido en 2005, cuando Cohen denunció a su antigua representante, Kelley Lynch, por desvío de fondos por valor de 5 millones de dólares mientras el artista estuvo en el monasterio. En 2006 Cohen obtuvo sentencia a su favor, pero Lynch se dio a la fuga.
Encontró dos motivos para regresar a la actividad creativa: volver a creer en el ser humano y recuperar dinero. En 2006 publicó un nuevo poemario, «Libro del anhelo», y dos años después, con 73, acometió la gira más amplia y celebrada de su carrera, con lleno total. Nadie pudo salir defraudado de semejante despliegue sentimental.
El detalle
Discografía redonda
«Songs of Leonard Cohen» (1968): decadente y melancólico, su primer disco pasa a la historia por joyas como «Suzanne» y «Sisters of Mercy». «Songs from a room» (1969): grabado en Nashville, se benefició de la producción de Bob Johnston (Dylan, Cash). «New skin for the old ceremony» (1974): Phil Spector lo produjo y el álbum marcó una cumbre del autor con temas tan emocionantes como «Chelsa Hotel #2» y «There is a war». «Various Positions» (1984): tras un largo silencio, Cohen renueva su sonido y su voz se instala en las cavernas para deleitar con maravillas del tamaño de «Hallelujah». «I'm your man» (1988): su disco definitivo. «Ain't no cure for love», «Take this waltz» y «Everybody knows». Jamás escribió tan buen catálogo de canciones.
Palabras de músico
«Comparemos mitologías» (1956). Fue saludado por la crítica como «una revelación» para un chico de apenas una veintena de años. Ya entonces razonaba como un tipo que hubiera cumplido setenta. «El juego favorito» (1963). Novela experimental y difícil de leer para quienes no estén familiarizados con la contracultura. Muerte, seducción, y desesperanza son algunos de sus temas. «Flores para Hitler» (1964). Más maduro que su poemario anterior. «Por qué la experiencia no es la maestra de nada / Porque resulta que soy libre», proclama. «Bellos perdedores» (1966): Cohen propone un triángulo amoroso para su mejor narración, presidida por la melancolía y el conocimiento del alma humana. «El libro del anhelo» (2006). Nihilismo en estado puro, abarca 20 años de trabajo. «A quién llevaré / al borde de la desesperación / con mi rodilla sobre su corazón?», escribe en uno de sus versos.
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