Sevilla

Con el diablo en el cuerpo

Entre otros muchos valores, el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya sirve para tomarle el pulso a las tendencias. Que sí, que no es sólo una cita «friki». Quien lo piense debería estudiar lo que tienen de atrevimiento formal las dos propuestas vistas ayer: de acuerdo, ni «El último exorcismo», con su aire de falso documental, ni «La casa muda», con su interminable plano secuencia rodado cámara de móvil en mano, son revolucionarias.

Con el diablo en el cuerpo
Con el diablo en el cuerpolarazon

Ambas beben de sus mayores: «El proyecto de la bruja de Blair», «Monstruoso», y, por qué no, «[Rec]». Y ambas son buen reflejo de lo que se cuece entre jóvenes cineastas.

Lástima de final
La primera es un producto solvente, entretenido: una revisión de las historias de exorcismos, con claros y explícitos homenajes al maestro, William Friedkin, pero que busca su propio camino. Vemos a través del objetivo de un equipo de televisión al reverendo Cotton, un falso exorcista que, cuando está decidido a desvelar el engaño, se encontrará, en la profunda Louisiana de caimanes, manglares y granjeros supersticiosos, con un caso que supera lo que habían visto. Salvo un final que da al traste con todo lo logrado, el resto del filme está a la altura del mejor y más inteligente cine de género.

La expectación casi podía masticarse antes de ver «La casa muda»: se hablaba del filme en los pasillos, y el amplio Auditori estaba a reventar para ver esta aventura de cuatro amiguetes uruguayos con Gustavo Hernández a la cabeza. Un fin de semana, tres actores y un teléfono móvil fue todo lo que necesitaron para rodar una historia de tensión en un viejo caserón. La gracia (entre comillas) es el reto de haberlo hecho con un móvil y en un único y largo –larguísimo– plano secuencia. El fallo: que a la hora de metraje el espectador está ya cansado de esta historia morosa, oscura y con poco guión más allá del terror que la joven, linterna en mano, sufre, con alguien o algo acechando arriba. Entre medias, se coló en la sección Gales –o sea, la que trae los rostros conocidos, por más que tenga poco de «fantàstic»– una «guyritchada» con firma española: «Carne de neón», de Paco Cabezas. O la historia de un aprendiz de proxeneta con el rostro de Mario Casas que tiene el sueño de recibir a su madre, salida de la cárcel –Ángela Molina–, con un nuevo y reluciente burdel: para ello tendrá que vérselas con el más chulo, literalmente, del lugar, un estupendo Darío Grandinetti, lo mejor junto a Vicente Romero, que encarna a otro macarra en esta acelerada tragedia barriobajera con ramalazos de humor castizo que aspira, en breve, a ser un tiro en la taquilla


Mario Casas, el más chulo
Mario Casas fue ayer el más chulo de Sitges. Y tanto: da vida a un proxeneta. Los personajes, según el joven actor coruñés, son casi «de cómic» en esta tragicomedia marginal: «Ricky es el contrapunto al resto de papeles, que están muy vivos y locos, por eso él debe mantener la calma en todo momento», explicó el actor. Mientras que el director aseguraba: «Yo soy de Sevilla, me he criado con gente así. Son personas que existen por muy surrealista que parezca. Ha habido gente que me ha comparado la película con el estilo de Scorsese. Para mí, la cinta juega a varias cartas de una baraja y todas están ahí para sorprender al espectador».