Actualidad
La transformación en 8 años
MADRID- Nadie puede discutir que Alberto Ruiz-Gallardón ha dejado su huella por toda la capital tras ocho años al frente del Ayuntamiento de Madrid. Cualquiera que haya vivido en la ciudad durante los últimos diez años tiene que reconocer que no es la misma, aunque para gustos, como en todo, colores.
Comenzó muy fuerte. En apenas tres años puso «patas arriba» la M-30 y la reformó prácticamente en su totalidad. En el sur soterró 56 kilómetros de la autovía de circunvalación para quitar de debajo de las narices de los vecinos el olor de los tubos de escape. Por supuesto, las críticas arreciaron por el polvo, el ruido y un río desaparecido. Otros, en cambio, estaban encantados, como un profesor de la Universidad Politécnica que pudo enseñar a sus alumnos de Ingeniería todos los tipos de máquinas para construcción en una sola excursión por las obras de la M-30.
Cuando terminó con el «obrón», repitió mayoría absoluta y eso que aún quedaba el resto. Porque tras esconder los coches, se dedicó a darle brillo a la superficie. Casi 600.000 metros cuadrados de parque, fuentes, árboles, zonas estanciales y sí, por fin, ¡una playa!, o algo así. Madrid Río se ha convertido en el nuevo oasis de la capital, amenazando seriamente con quitar el trono al Retiro y la Casa de Campo.
Pero no se quedó ahí. Es conocida su afición a dar paseos por la ciudad y, como buen peatón, decidió ampliar sus recorridos preferidos. Así, peatonalizó la plaza de Callao, la calle Arenal, la calle Montera, la calle Fuencarral desde Gran Vía hasta Hernán Cortes y otras tantas en varios distritos de la capital. También acotó al máximo el acceso de los vehículos con la creación de tres Áreas de Prioridad Residencial en Las Letras, Cortes y Embajadores, dejando pingües beneficios en forma de multas en las arcas municipales a costa de los despistados. Fuera coches y bienvenidos los paseos, los espectáculos al aire libre y el cemento, mucho cemento, porque la ampliación de las aceras se ha comido muchos árboles.
Serrano sí, Juegos no
Igual de aficionado a talar que a plantar, es imposible olvidar cómo la baronesa Thyssen se encadenó a uno de los árboles que dan sombra a su museo en el Paseo del Prado para evitar que los talasen. El número de modificaciones que ha sufrido el Plan de Reforma del Eje Prado-Recoletos es exponencial a las zancadillas que le han ido poniendo propios y extraños. La última, la aprobación medioambiental por parte de la Comunidad de Madrid, que tiene paralizado el 50 por ciento del proyecto. Mejor suerte corrió la calle Serrano, transformada en una Quinta Avenida para la Milla de Oro madrileña, cuyos comerciantes y vecinos aún se recuperan de dos años de obras, para variar.
Todo un derroche, y nunca mejor dicho, porque la deuda municipal asciende a más de 6.800 millones de euros para poner guapa a la ciudad. Aunque el Comité Olímpico Internacional le haya hecho ascos ya en dos ocasiones, para celebrar los Juegos Olímpicos de 2012 y 2016. Gallardón dice adiós y los madrileños, entre sueños olímpicos y zanjas, se quedan también con un nuevo impuesto por la basura y parquímetros por toda la ciudad.
Luces
-Lo mejor que se queda Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón es la calle. Más espacio para los peatones, más río y más parque.
- Las grandes obras del alcalde han echado a los coches del centro para devolver la ciudad a sus vecinos y crear un nuevo puente entre distritos en forma de parque a orillas del río Manzanares.
Sombras
- No es sólo la deuda de las arcas municipales, que no deja de ser una hipoteca tremenda que, como muchos madrileños con su casa, habrá que pagar en 30 años.
- Gallardón ha creado un nuevo impuesto, la tasa de basura, y ha llenado de parquímetros la ciudad con lo que visitantes y residentes deben pagar por usar su coche en el centro de la capital.
✕
Accede a tu cuenta para comentar