Algeciras
Ay de los vencidos por J A Gundín
Mientras cae sobre el PP una avalancha de currículos que amenaza con sepultarlo, el PSOE busca secretario general que sepa gritar «Viva España» sacando pecho legionario. Qué solos se quedan los vencidos. Tras haber conducido su flota al desastre, Tucídides fue condenado por sus jefes al destierro y a redactar la crónica de aquella derrota que humilló a los atenienses en la guerra del Peloponeso. Nació así uno de los más grandes historiadores de la antigüedad, aunque hubo de sufrir el más sutil de los castigos, que consiste en que el reo no olvide jamás su última batalla perdida. Zapatero no es historiador, pero en el PSOE y sus aledaños hay quienes pretenden condenarlo al exilio para que narre en primera persona el naufragio de una nave de la que cedió el timón. La derrota en política, como en cualquier orden de la vida, convoca a los mezquinos y muda la aclamación en abucheo. Quienes ayer le aplaudían arrobados, hoy le reprochan con ruindad; los mismos que palmoteaban su espalda, ahora se la acuchillan. Y quienes, en fin, le ciñeron la corona de laurel, reclaman su cabeza para esquivar la propia responsabilidad. En esta lapidación contra Zapatero asoma el disimulo cobarde del que esconde la mano. Los sindicalistas que le jaleaban de Algeciras a Rodiezmo han salido a escape, no sea que algún testigo los identifique. Los de la «Ceja» le levantaron hasta la cubertería. Y al propio Rubalcaba se le ha puesto cara de personaje del Greco enterrando a su señor. Pero lo que nadie imaginó nunca es que el ajuste de cuentas más despiadado vendría de sus propagandistas y corifeos, entregados ya a ensalzar a Rubalcaba como el ungido. De ahí a borrar todo vestigio de su antecesor, como hacían los faraones, sólo hay un paso. Ay, de los vencidos.
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