El caso Carromero

Esperanza tras los barrotes

En el cuarto de Ashik Masih se respira un ambiente diferente, fresco. Desde hace varios días, la familia se ha multiplicado. Nassim, la hija mayor de Asia Bibi, su esposo, Kalim, y el pequeño Yaqub están de visita en Sheikhupura, por primera vez desde que Asia Bibi fue sentenciada a muerte

El esposo de Asia Bibi mira a los periodistas antes de entrar en la cárcel donde le espera su mujer, ayer, en Sheikhupura
El esposo de Asia Bibi mira a los periodistas antes de entrar en la cárcel donde le espera su mujer, ayer, en Sheikhupuralarazon

Las buenas noticias por fin han llegado a la familia. De nuevo, sus corazones albergan esperanzas. Con inquietud, Ashik y sus cuatro hijas esperan recibir en unos días la respuesta del presidente Asif Zardari sobre si le otorga o no el perdón a Asia.

Sidra, siempre tan atareada, prepara el té para los nuevos invitados y cocina en un hornillo de gas un delicioso nan (pan paquistaní). Su rostro está reluciente, a pesar de su tristeza interna. Además de Nassim y su familia, han llegado dos hermanos de Ashik, Yacub y Sultan.

Ashik se cubre el torso con una manta de lana marrón. Antes de salir, se sienta en el patio sobre un camastro de madera y fuma lentamente un cigarrillo. Sus ojos han cobrado vida. Yacub acompañó a Ashik a la cárcel. «No quiero que vaya solo; me preocupa que pueda regresar deprimido después de visitar a Asia. Además, últimamente el ambiente está tenso en el barrio», advierte el mayor de los hermanos.

En los últimos días, varios desconocidos han estado merodeando por la casa, continúa Yacub, antes de explicar que él se queda velando cuando Ashik se marcha a trabajar. «Desde hace tres noches he decidido apagar el móvil porque he estado recibiendo llamadas perdidas a altas horas de la madrugada y mis hijas se han asustado», confiesa el marido de Bibi.

El camino a la prisión es como una procesión en silencio. Una gran verja de metal separa la calle del centro penitenciario. Una entrada restringida a unos pocos. Los guardias nos impiden el paso y Ashik y Yacub entran en orden, uno detrás del otro para ser chequeado por un oficial. El esposo de Bibi se despide de nosotros con una mirada de complicidad. Le esperamos a la salida. «Asia está contenta, por primera vez», nos dice a la vuelta. «Todos lo estamos» desde que el gobernador provincial de Punjab, Salam Tasser, visitó a Bibi en la cárcel para que firmara la carta de clemencia el sábado.