Famosos

Ésta sí es la boda del año por Cecilia García

Cuando unos y otras miran el nicho por imperativo biológico, a sus 85 años de edad –¡quién los pillara!, por su estado de ánimo digo– la Duquesa de Alba mira una lista de bodas. Olé, olé y olé. Seré una cursi, pero me gustan las historias de amor y si son poco convencionales, más

La Duquesa de Alba ya cuenta los días para dar el esperado «sí quiero» a Alfonso Díez
La Duquesa de Alba ya cuenta los días para dar el esperado «sí quiero» a Alfonso Díezlarazon

Los amores que vienen esquinados por las edades de los amantes, sus circunstancias vitales o, simplemente, porque uno ama y el otro se deja querer sin quererlo me ponen. Soy un poco Goethe, vale, y su «Werther» me marcó lo suyo. Afortunadamente para la Duquesa de Alba no habrá un final trágico y sí muy lúdico.

Este enlace se veía venir porque Cayetana no es una mujer a la que le impongan su destino. Se lo afana ella solita sin consultar a demasiada gente. Vio a Alfonso Díez y se enamoró. Punto; bueno, mejor punto y seguido, porque Alfonso también se prendó de ella. Algunos –los primeros los hijos– dudan del querer del que será tercer Duque de Alba, de si lo que le habrá atraído de la Duquesa es su envoltorio aristocrático y su patrimonio. Ni lo sé ni me importa, aunque tengo la sensación de que esta pareja atípica también lo es en cómo y de qué se enamoraron el uno del otro. E intuyo que la inteligencia, el carácter y la vitalidad de Cayetana ha tenido mucho que ver, aparte de que ¡caramba!, la Duquesa le está enseñando mundo, que le lleva de cojoviajes como a mí me llevaban mis padres a la Casa de Campo, casi todas las semanas.

Dejémonos de Guillermo y Catalina de Inglaterra y de Alberto y Charlene de Mónaco: la boda del año es la que van a protagonizar Cayetana y Alfonso. Porque sí. Le sobran ingredientes para serlo: dos amantes empecinados, una corte de hijos que acudirán con un rictus de desagrado en el rostro –su madre les ha tapado la boca repartiendo la herencia–, que no quiero ni ver la risa de circunstancias en la fotografía oficial de Eugenia –por cierto, se va a encontrar con Fran Rivera, que la Duquesa sigue llamando su yerno, como se empeñe, les casa otra vez– y de Cayetano, tan suyo él para sus cosas y las ajenas. Jacobo tendrá otra actitud; ha heredado de su progenitora eso de hacer lo que le viene en gana, eso sí, con mucha clase.

Pena que la boda sea en la intimidad porque le da un aire de clandestinidad que no me gusta nada. No es cuestión de que la televisen ahora que la televisión es un contenedor de grandezas y vilezas –más de lo segundo, me temo–; tampoco es cuestión de invitar a los de «Sálvame» en pleno para armar bulla y demás plumillas del corazón, pero hubiera estado bien un exclusivón. Sé que Cayetana quiere hacerlo en la intimidad, pero no para esconderse porque, orgullosa, se enseñorea por sus palacios y por las calles como una mujer enamorada.