Cataluña

Bajo el síndrome de la abstención

Una baja participación podría dar la puntilla a los socialistas. El resultado electoral puede marcar el fin de los gobiernos de coalición tras siete años de experiencia tripartita

Los candidatos a la presidencia de la Generalitat posaron ayer junto a la colla Castells d'Esplugues. Luego, pasaron en familia la jornada de reflexión
Los candidatos a la presidencia de la Generalitat posaron ayer junto a la colla Castells d'Esplugues. Luego, pasaron en familia la jornada de reflexiónlarazon

BARCELONA- «No quiero un país de izquierdas con un Gobierno de derechas». La frase es de José Montilla. La ha repetido incansablemente durante la campaña, pero todo parece apuntar que no va a tener más remedio que aguantarse. Los ciudadanos de Cataluña tienen hoy una cita con las urnas, aunque muchos –quizá la mitad de ellos– consideran que no es de asistencia obligatoria. La otra mitad (la previsión no es estrictamente rigurosa, pero sí orientativa) decide hoy el rumbo político que debe tomar Cataluña después de siete años de experiencia de un gobierno tripartito (PSC, ERC e ICV) que parece condenado a cerrar su paréntesis en la historia catalana.

La participación es, sin duda, un elemento crucial en estas elecciones autonómicas (¿acaso no lo es en todas?). Un masivo abstencionismo puede abrir la puerta del Parlament a partidos pequeños como Solidaritat Catalana (la formación liderada por Joan Laporta) e incluso a Reagrupament (dirigida por el ex consejero de ERC Joan Carretero). Y puede, al mismo tiempo, consolidar a otros con una presencia testimonial como Ciutadans.

Pero a quien más atormenta la baja participación es al PSC. Sobre los socialistas estarán puestos tantos ojos esta noche como sobre CiU, la previsible ganadora de los comicios.

A lo largo de los últimos años, el tripartito ha visto cómo se multiplicaban los índices de insatisfacción política (sondeados periódicamente por el Centro de Estudios y Opinión de la Generalitat) hasta llegar a la vertiginosa cifra de un 86 por ciento decepcionado. El desencanto con la política se puede traducir hoy no sólo en una preocupante abstención, sino también en un significativo aumento del voto en blanco hasta el punto de que ésta puede convertirse en la tercera opción más seguida por los votantes.

Son datos que no se van a poder eludir de los análisis de esta noche electoral. Pero lo que va a presidir los primeros comentarios es el resultado que arrojen las urnas. Cataluña ha vivido durante los últimos tiempos abonada a los pactos. Parecía la consecuencia inevitable de tener un Parlament de 135 escaños con espacio para cinco grupos (seis en la última Legislatura), donde no se ha producido ninguna mayoría absoluta desde 1992, cuando la CiU de Jordi Pujol logró 70 diputados. Desde entonces, los gobiernos catalanes siempre han tenido que andar con muletas.

Dando por buenas las encuestas publicadas hasta el pasado lunes (fecha límite para publicar sondeos, según la Ley electoral), el escenario que dibujen hoy las urnas podría ser un regreso a 1995, cuando CiU logró una holgada victoria, aunque no la mayoría absoluta. Entonces, Pujol tenía 60 diputados (la matoría son 68) y el PSC tenía 34, mientras que el PP era la tercera fuerza con 17 parlamentarios.

Algún optimista de CiU se ha atrevido incluso a pedir un gran apoyo para sus siglas en busca de una mayoría absoluta que ni tan siquiera Artur Mas ha osado reclamar. Sería un resultado sorprendente teniendo en cuenta que los nacionalistas han pasado los últimos siete años en la oposición.

Pero las urnas no se abren hasta hoy a las 9:00 horas y, como les gusta decir a los políticos, la única encuesta que vale es la de las elecciones. Son las primeras que se producen en Cataluña desde que estalló la crisis económica y desde que el Tribunal Constitucional dictó sentencia del Estatut. Son dos asuntos (sobre todo el primero) que van a estar en la mente de muchos ciudadanos a la hora de pronunciarse.


Votar con la izquierda
En la última jornada de campaña, Montilla decía a las juventudes del PSC que él pensaba depositar su voto en las urnas con la mano izquierda. Quería que todos los suyos hicieran lo mismo. Que todos los trabajadores, que todos los estudiantes, que todos los jubilados desenfundaran hoy su mano izquierda con una papeleta del PSC. Pero la siniestra está muy concurrida. Está ICV, con muchos números de saborear una dulce derrota, está ERC, y está Ciutadans, una formación con escaso margen de maniobra debido a su minúscula representación en el Parlament.

En el centro-derecha hay más motivos para pensar que haya cava en la nevera. Mas confía plenamente en no quedarse esta vez a las puertas del Palau de la Generalita. Espera ser, al fin, el Molt Honorable. Y el PP tiene números para recuperar un papel protagonista en la política catalana. Quizá no tenga la llave de la gobernalidad en exclusiva, pero cuando menos tendrá un terreno allanado para poder sacar adelante las propuestas económicas que le igualan con CiU. Pero las urnas, ayer, estaban vacías.


Las novenas elecciones catalanas
- Las de hoy son las novenas elecciones al Parlamento de Cataluña desde que se aprobó la Constitución. CiU ha ganado siempre en número de escaños, pero perdió por unos 7.000 votos en 2003, cuando Pasqual Maragall (PSC) logró más respaldo popular que Artur Mas.
- CiU gobernó con mayoría absoluta en el periodo 1984-1995, momento en que se inició el desastre del pujolismo, pero no su fin. El tripartito (PSC, ERC, ICV) tomó el relevo en 2003 y ha gobernado hasta hoy.
 La participación media de las últimas ocho elecciones ha sido del 60,17 por ciento, un porcentaje inferior al que se registra en Cataluña durante las elecciones generales. En las últimas autonómicas acudió a votar el 56,04 por ciento. Hoy se espera una cifra inferior.