Feria de San Isidro
Vargas Llosa: «El ideal es un Nobel y una oreja en Las Ventas»
«Una de las maneras más excelsas y fascinantes de vivir la aventura, eso es el toreo, así lo recuerdo y concibo desde que mi abuelo Pedro me llevaba con 9 años a la colina para ver las corridas de toros ante la inmensidad de la ciudad de Cochabamba», con esta defensa comenzó ayer el Premio Nobel Mario Vargas Llosa su «Conversación en la catedral» junto al también escritor Fernando Sánchez Dragó. Un epílogo de lujo a la puesta en escena del espacio Arte y Cultura, que escoltará durante el próximo mes la celebración de San Isidro. El escritor peruano hizo una férrea defensa de la Fiesta recordando que «sin las corridas de toros no estaría el apacible toro en el campo moviendo su rabo, porque no existiría». «Es un animal privilegiado, mimado, cuidado con inmenso cariño, nada que ver con el interés político antitaurino o catalán, ahí no hay amor al toro sino al independentismo que quiere desgajar España», criticó antes de mostrar su «ilusión en que la ILP taurina devuelva las aguas a su cauce».
Asimismo, el Premio Nobel incidió en el factor cultural de la Fiesta como «vínculo» de unión para Hispanoamérica, porque no hay que «avergonzarse de una tradición que calma al individuo». Preguntado por Sánchez Dragó, que le animó a dedicar una de sus obras a la temática taurina, por «la dualidad entre la vida y la muerte que existe en la corrida de toros», Vargas Llosa explicó que «el toreo es un arte muy fácilmente asociable a la condición humana, que está también siempre al borde de esa contradicción, de ese abismo, que es la muerte, todos vamos a morir, los toros nos lo recuerdan haciéndonos gozar, forma parte de la vida que somos del ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?».
En este sentido, Vargas Llosa se detuvo en el culmen de toda lidia: la faena del torero. En ella, «surge esa extraña complicidad entre el hombre y el toro, parece producirse entre ambos un efímero acuerdo, obviamente sin la presencia de la razón; una bella confusión de la que todo el espectador desde su localidad es testigo», describió antes de definir su ideal soñado como «recibir un Premio Nobel y pasear una oreja en Las Ventas».
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