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La desconfianza amenaza la ayuda internacional y de EE UU a Pakistán

La ola de desconfianza hacia Pakistán que ha levantado el hallazgo de que Osama ben Laden se encontraba en su territorio amenaza la generosa ayuda que Islamabad recibe de la comunidad internacional, en especial de Estados Unidos.

Pakistán es uno de los estados del mundo que más ayuda recibe de Washington, con cerca de 2.000 millones de dólares anuales solo en concepto de cooperación militar, a los se añade un compromiso de 1.500 millones anuales hasta 2014 para programas civiles.

Desde los atentados del 11-S, que sacaron al general paquistaní Pervez Musharraf del ostracismo y lo convirtieron en el nuevo socio del entonces presidente norteamericano, George W. Bush, en la guerra contra al terrorismo, Pakistán ha recibido de EEUU cerca de 18.000 millones de dólares, según datos oficiales estadounidenses.

Además, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le concedió un crédito de unos 11.000 millones de dólares cuyo último tramo (3.500 millones) ha congelado a la espera que de que el Gobierno paquistaní haga reformas fiscales, algo que sigue sin suceder.

A la frustración de órganos como el FMI o el Banco Mundial, que exigen garantías económicas para desembolsar fondos, se une la de una Administración Obama que ha ido alzando la voz por el llamado "doble juego"paquistaní de comprometerse a luchar contra el terrorismo y, a la vez, dar encubrimiento a grupos islamistas.

Pese a que el caso Ben Laden ha levantado aún más sospechas, en Pakistán diversos observadores siguen confiando en EEUU y relativizan su ayuda económica. "En realidad no nos han dado tanto como dicen -afirmó a Efe el analista y profesor universitario Humayun Khan-, pero aunque nos amenacen con recortar, no lo harán".

"EEUU necesita a Pakistán al menos durante el próximo año, tendremos que ser aliados estrechos, así que si el FMI o el Banco Mundial nos retiran su apoyo, la Casa Blanca vendrá en nuestra ayuda porque no pueden poner en riesgo sus operaciones en Afganistán"declaró a Efe el ex ministro de Comercio paquistaní Mohamed Zubeir.

La relación entre EEUU y Pakistán nació casi desde su independencia tras la descolonización del Imperio británico y la partición del subcontinente en 1947. El acercamiento norteamericano a Pakistán comenzó ya en la década de 1950, cuando la deriva de la India hacia posiciones cercanas al socialismo hizo reaccionar a Washington, que vio en el apoyo a Pakistán una fórmula para contrarrestar la influencia de la Unión Soviética en la región. Esto empujó a la Casa Blanca a hacer un importante desembolso económico que incluía una generosa partida de cooperación militar.

Tras algunos altibajos en las décadas siguientes, la alianza con Islamabad se volvió a estrechar tras la invasión soviética de Afganistán en 1979. EEUU volvió a ver en Pakistán al aliado perfecto, en esta ocasión para boicotear la ocupación de Afganistán y hacer llegar asistencia y suministros a los 'muyahidines', que se oponían a la ocupación.

Washington canalizó a través de Pakistán entre 4.000 y 5.000 millones de dólares en el periodo de 1980-1992 para afilar la lanza islamista contra la URSS. Sin embargo, fueron los servicios secretos paquistaníes (ISI) los que manejaron los fondos, decidieron a qué facciones premiar y se convirtieron en una de las agencias más poderosas del mundo al salir vencedoras de una guerra en la que ya hizo apariciones testimoniales el líder de la red terrorista Al Qaeda.

La década de 1990 representó un parón en el flujo de cooperación estadounidense tras la caída del bloque comunista: Pakistán dejó de ser un aliado natural tras el fin de la Guerra Fría.
Pero el 11-S y la intervención militar en Afganistán volvió a situar a Pakistán como un aliado imprescindible, aunque incómodo, para la Casa Blanca. El general Pervez Musharraf, que dirigía Pakistán tras dar un golpe de Estado, pasó de ser considerada una figura que estuvo cerca de propiciar un conflicto nuclear con la India en 1999, con la incursión en Kargil (Cachemira), a amigo personal de Bush.

La gestión que hagan estadounidenses y paquistaníes de la muerte de Ben Laden y el ritmo de la retirada internacional de Afganistán definirán si Pakistán seguirá siendo una pieza central en la política exterior de EEUU, pero los diez años transcurridos tras el 11-S no han servido para dar un vuelco a su imagen.