Getafe C.F.

El Madrid mejor contra diez

El 5-0 produjo efectos secundarios, dejó una estela de incomodidad entre los jugadores del Madrid, más tensos y menos convencidos de sus posibilidades frente al Valencia. Jugó Mourinho 54 minutos sin delantero centro, hasta que entró Benzema, y se hizo fuerte con un «trivote» para regatear a los fantasmas. No ganó hasta que el rival, que apenas provocó tres sobresaltos, se quedó con diez. Un zurdazo y un derechazo de Ronaldo (17 goles) devolvieron la fe al madridismo

 
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Mourinho, que se debate entre su confesada inmodestia y la envidia que le tienen los demás («La modestia sola es capaz de desarmar la envidia, que hace a los hombres tan injustos»), sorprendió en el partido de la redención. En el Camp Nou mantuvo el tipo hasta que Guardiola le demostró que pudo equivocarse, por enviar a Khedira y Alonso a luchar contra los elementos (Xavi, Busquets e Iniesta); confió en Benzema y le salió rana. Como todo lo demás.

Pero contra el Valencia recapacitó, o cambió, o echó un pulso a Florentino Pérez. Antes de explicarme, me pregunto: ¿de estar disponible Higuaín habría alineado anoche a Lass junto a Xabi y Khedira? Creo que no, seguro que no. Ni siquiera porque Emery situó delante de sus cuatro defensas a Maduro, otro zaguero más que en origen fue centrocampista; Albelda, un medio defensivo al que se le va la «pinza», y Tino Costa, el enlace con Joaquín y Mata, y éstos, con Soldado. Me explico: con Higuaín, entre un tratamiento conservador y el quirófano, la supervivencia de un solo ariete es un riesgo que el técnico portugués no desea afrontar. Quiere otro, un fichaje y no el canterano Morata. Lo ha dicho. De ahí que la ausencia de Benzema resultara chocante por encima de otra reflexión.

Guaita, tercer portero
Sin delantero centro y con un «trivote». Fuera un desafío a la cúpula, a la lógica o al adversario, con noventa y tantos minutos por delante se podría constatar la idoneidad o el patinazo de la ocurrencia. En los primeros 45, y después de media docena de intervenciones de Guaita, tercer portero valencianista, se comprobó que arriba faltaba pólvora. Di María tendía a irse desde la derecha hacia el centro y remató dos veces a las manos del cancerbero. Aunque Guaita daba facilidades, porque le cuesta blocar, lo más peligroso fue un mano a mano con Khedira que resolvió bien el meta y un taconazo de Cristiano Ronaldo que pegó en el palo.

No abrumaba el Madrid y el Valencia se desenvolvía con soltura en ese mar abierto que dibujó Mourinho y en el que podía naufragar cualquiera. Los reflejos de Casillas evitaron el gol de Soldado a los dos minutos, y otro de Mata que acabó en saque de esquina. Las inclusiones de Arbeloa y Albiol en la defensa, por Ramos y Carvalho, no fueron rémora para la zaga, en la que Marcelo volvió a brillar al contraataque. También «reapareció» Özil, a quien le está cayendo el sambenito de que lejos del Bernabéu se eclipsa. Se decía de Zidane, y de aquel fenómeno marroquí llamado Ben Barek cuando salía del Metropolitano.

 La falta de puntería del Madrid en sus contadas ocasiones, o el acierto de Guaita y de Casillas, mantenía el suspense. Pero la grada se impacientaba. El Bernabéu está dispuesto a perdonar a «Mou» sus salidas de pata de banco si paga con títulos. El madridismo, con él, ha recuperado la fe, bien intangible que en fútbol es tan frágil como una tibia entre dos patadas.
Pensando en eso, el técnico arengó a los jugadores en el descanso y cuando salieron atacaron con más convicción. Ronaldo volvió a probar a Guaita, perfecto, e inspirado cuando adivinó la vaselina de Di María, y relisto al despejar el chut a bocajarro de Benzema. El francés ya estaba en el campo; entró por Khedira.

«Mou» quería más, por eso hizo el cambio, y salió del banquillo y vio cómo Albelda, con una amarilla desde el minuto 10, cortaba con el brazo. Fue una mano intencionada; se ganó la segunda. Antes de irse gritó al árbitro: «¡Tienes mucha cara!». El Valencia se quedó con diez por culpa de Albelda, no del colegiado. Emery retiró a Mata, un disparo en 68 minutos, reforzó el mediocampo con Banega y empezó otro partido.

Había rondado el gol la portería del Valencia antes de la expulsión, pero fue Ronaldo, a centro de Özil, quien abrió la puerta de la alegría con un zurdazo. Luego Di María pidió penalti de Miguel (que fue y hubiese significado la roja) y a continuación Casillas evitó el empate de Tino Costa. Cristiano aceleró entonces y cuando ya estaban Granero y Diarra en el campo para apuntalar la victoria, él la consolidó con el segundo tanto, un fantástico derechazo que culminó su excelente jugada personal. A «CR7» los disgustos le duran lo justo, ni una semana. Con el 2-0 brotó de nuevo la fe. Y la rueda del Barça, a dos puntos, como al final del lunes pasado.