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OPINIÓN: Kosovo como precedente

La Razón
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Hace dos años, nueve después de la guerra en la que Kosovo quedó amputado de facto de Serbia, EE UU y casi todos los europeos de la OTAN reconocieron la independencia de este territorio, unilateralmente proclamada. Serbia presentó su protesta ante la ONU y la Asamblea General de este organismo hizo una consulta a su más importante instrumento judicial, el Tribunal Internacional de la Haya, el cual, el jueves pasado, contestó emitiendo su opinión consultiva: la declaración unilateral no viola los textos jurídicos internacionales que se refieren a Kosovo, especialmente el más importante, la resolución 1244 (1999) del Consejo de Seguridad, porque no hay en ellos nada que lo prohíba. Deja clara que no entra en las consecuencias de esa declaración, por tanto en si es legal o no la creación de un estado independiente, lo cual no le ha sido consultado. Bonita disquisición salomónica. Nos quedamos casi como estábamos. Declaración sí, constitución del estado ya veremos. Los partidarios de la independencia sólo han ganado una pequeña escaramuza. La carta de la ONU es rotunda y sin fisuras respecto al derecho a la autodeterminación o independencia. Sólo concierne a los territorios con status colonial. El separatismo de una parte de un estado internacionalmente reconocido resulta ser inadmisible. Esto es un hecho, y como tal no debiera ser discutido, aunque en derecho prácticamente todo lo es. Los nacionalismos centrífugos lo considerarán una palmaria injusticia, pero dura lex, sed lex. Sin embargo, por sólido que sea un principio, ninguno se aplica sin tener en cuenta las circunstancias. Invocarlo como argumento único, exclusivo y excluyente de todos los demás, que ni siquiera deben ser tenidos en cuenta, es ponerse fuera de razón. Es un fundamento básico de la estabilidad internacional y su conculcación no puede menos que ser fuente de desorden. Sin embargo todo tipo de circunstancias cuentan ante todo de voluntad popular, de historia remota y reciente. Sopesando todas, sobre todo la completa desintegración de Yugoslavia en su elementos integrantes, y la brutalidad ejercida por el estado serbio contra la mayoritaria población albanesa de esa parte de su territorio, así como su casi imposible reintegración pacífica en lo que había sido un estado federado de un todo ya no existente, los antagonistas del Belgrado de Milosevic en los 72 días de guerra en el 99 han reconocido la independencia, haciendo la salvedad de que es un hecho excepcional. Si la excepción confirma la regla, ésta es la intangibilidad de las fronteras. Los que se oponen, como España, no piensan en confirmaciones sino en precedentes. Estos serán invocados a conveniencia, pero esa invocación no modifica la excepcionalidad, de la misma manera que su inexistencia no ahoga las ambiciones separatistas.