Literatura

Bruselas

El síndico Chikilicuatre

La Razón
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Hay palabras fetiches, que llevan y traen las aguas turbias –interiores– de escritores y poetas. El cubano José Pérez Olivares, en «Cristo entrando en Bruselas», reflexiona como nadie sobre el azul y describe las «Propiedades del lapislázuli» en unos versos inquietantes que merecieron el premio Rafael Alberti en 1993: «No hay palabra más musical que lapislázuli/en esa palabra está la prueba de que lo divino existe y nos rodea/ En esa palabra está la única prueba de que estamos delante de una/criatura húmeda y tranquila».

A mí me gustaba la palabra chiquilicuatro porque se la leí a Gerardo Diego en su «Exhortación a Gallito» – el Divino Calvo, no José–. «Al verte aquel día/vestido de luces/ me bailó por el talle una zambra/ de lances y de frunces/ Otra vez mi cuerpo/ de quince años/ jugando a los toros allá en la alameda/ con chiquilicuatros». Me gustaba, digo, hasta que a un tipo con el tupé de Mané y una guitarra de los chinos – Chikilicuatre en los carteles– se presentó a Eurovisión. Desde entonces, lógicamente aborrecí la palabreja porque a lo único que me sonaba, como una matraca, era al «perrea, perrea».

No contentos con esto, ahora nos enteramos de que el Chikilicuatre va a animar a los sindicatos el cotarro de la huelga general. No he visto el vídeo ni pienso verlo por mi propia voluntad. A quien sí he escuchado es al secretario general de UGT-A, Manuel Pastrana, en el programa «Andalucía Capital» de Onda Cero, que conduce el gran Santiago Talaya, asegurando que, «si el vídeo es como dicen algo poco edificante tanto desde el punto de vista sindical como intelectual, lo lamento. En las organizaciones a veces se hacen cosas que se piensan poco y que no están a la altura de las circunstancias».

Sin entrar ahora en el análisis de la política-espectáculo y de si los sindicatos se han equivocado o no eligiendo al susodicho del tupé, a mí lo que me jode es la mayor: que esa palabra fetiche –chiquilicuatro– ha ido degenerando como el banderillero de Belmonte. De Rafael «El Gallo» jugando al toro en la la Alameda, a las caras estampadas de Fernández Toxo y el Cándido hombre de las nives presentando su «gran putada». ¿Qué habremos hecho para merecernos esto?