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CRÍTICA / «Carancho»: Negro sobre negro

Dirección: Pablo Trapero. Intérpretes: Ricardo Darín, Martina Gusman, Carlos Weber, José Luis Arias. Duración: 107 minutos. Argentina/Chile/Francia, 10. Drama.

«Carancho»: Negro sobre negro
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Como aves de rapiña, como esos «caranchos» que se alimentan de animales muertos en las cunetas, son estos abogados que revolotean alrededor de las ambulancias, que llegan al lugar de los hechos antes de que la policía haya firmado el parte de accidente. Rapiñan el dolor de las víctimas y de sus familiares en una atmósfera hedionda, la de la sociedad argentina del post-corralito, que parece tan sórdida, tan corrupta, como la de aquellas novelas pulp que, de Mickey Spillane a Jim Thompson, servían como manual de supervivencia en los tiempos que mordían la mano del que quería ganarse el pan honradamente.

Más cerca del cine negro que del cine social, la última película de Pablo Trapero denuncia la decadencia de la moral de un país desesperado sin incurrir en molestos didactismos, centrándose en la posible historia de amor entre dos desarraigados, un «carancho» que quiere redimirse (Darín) y una doctora toxicómana (Gusman) dispuesta a redimirlo. Trapero los filma de noche y con ojeras, asfixiando el plano para demostrar que sí, que lo que los rodea es negro y será negro. En «Carancho» llueve sobre mojado. La tragedia se multiplica, aplasta a los personajes con tanta fuerza y con tan poco sentido del exceso que, al final, con el ojo morado y el espíritu maltrecho, el espectador no puede sino desvincularse de lo que les ocurre. Es el peor defecto de un filme con dos actores magníficos que secundan con generosidad el gran dominio de la puesta en escena de Trapero y su facilidad para captar la intimidad de un amor que nace al amanecer, frente a la sangrante luz de los semáforos en rojo.