Literatura

Nueva York

Thomas Pynchon el americano invisible

Estados Unidos forma parte del paisaje novelístico de este escritor sin rostro
Estados Unidos forma parte del paisaje novelístico de este escritor sin rostrolarazon

Llegó «Contraluz», la ambiciosa novela de Thomas Pynchon. Mientras se aguarda la traducción de «Inherent Vice», una novelita ligera y sospechosamente policial que el escritor más oculto de todos los tiempos dio a conocer en agosto del año pasado, ya están aquí las 1.300 páginas que van desde la Exposición Universal de Chicago de 1893 hasta el inicio del final de la Primera Guerra Mundial para dispersarse en tramas y escenarios tan variados como Nueva York, Londres, Göttingen, Venecia, Viena, Siberia, Asia Central, París, Hollywood y –como apuntó Pynchon– «dos o tres lugares más que no están en ningún mapa». Thomas Ruggles Pynchon, Jr., nacido en Long Island en mayo de 1937, tampoco está en ninguna parte: está en todas. Es invisible, secreto y enigmático. Se sabe que vive en Manhattan y que la única foto que se conoce de él pertenece al anuario de su colegio: un joven que se definía como amante de las pizzas y detestaba a los hipócritas. En la década de 1960 trabajó como redactor de manuales técnicos para la Boeing . Se sabe que fue alumno de Nabokov, que está casado con Melanie Jackson (una importante agente literaria de Nueva York) y que sirvió en la Marina. Pynchon irrumpió en 1963 como un estallido, un grito caído del cielo llamado «V», una novela que de inmediato cautivó a la crítica por su complejidad literaria y por combinar elementos de la cultura popular con el conocimiento científico y la erudición. Tres años después, «La subasta del lote 49» lo situó entre los escritores más importantes de su generación, un autor que no se parecía a nada, ni a los simbolistas de la metaficción como Robert Coover, William Gass y John Barth ni a los viajes lisérgicos de Kerouac & Co. Odas a la época hippyEn 1973, con «El arco iris de gravedad», Pynchon se refugió en una larga temporada de ocultación, interrumpida en 1990 por «Vineland», su oda a la época hippy, por prestar su voz a su propio personaje, dibujado con una bolsa de supermercado que cubre su cabeza, en algunos episodios de «Los Simpson», y por su aparición en el programa show de Larry Clark en 1997, con el rostro esfumado: días antes, las cámaras de la CNN lo habían descubierto por la calle y Pynchon había aceptado ir a la televisión a cambio de que no se emitieran las imágenes para hablar «Mason y Dixon», la novela que acababa de publicar sobre los inspectores que en el siglo XVIII habían trazado la línea que separa el norte y el sur de EE UU. Trece años después regresa a las vastas regiones y al pulso nervioso de sus libro con una novela apocalíptica, de estrategias discursivas sustentadas por la ciencia y los medios de comunicación y que, tal vez por ser la más pynchoniana de sus novelas, fue criticada en EE UU. «Parece una tostadora», dijo el crítico de «Time». «Un puzzle inmenso e hinchado», señaló Michiko Kakutani en «The New York Times». Sí, un rompecabezas inmenso e hinchado, pero imposible de deshacer.

Thomas Pynchon «Contraluz»Tusquets1.340 páginas. 32 euros