Zaragoza
Zapatero ataja el debate sucesorio y llama al PSOE a centrarse en España
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha llamado este domingo al PSOE a «no hablar del futuro del PSOE, sino del futuro de España» durante este año 2011 que ha calificado de «clave» para el país.
Rubalcaba, en segundo plano; el «aparato», en la conjura de blindar el liderazgo del presidente del Gobierno, y los barones que, de repente, niegan el debate sucesorio. Así discurría la convención autonómica del PSOE cuando el presidente llegó ayer a clausurarla. ¿Consigna? ¿Nueva estrategia? El caso es que Zapatero llegó y llamó a los suyos a aparcar el debate sucesorio y dedicarse a las reformas: «Me alegro de que este fin de semana estemos dedicados a hablar de los problemas de los ciudadanos, y no de nosotros», afirmó antes de pedir expresamente a los suyos que en 2011 no se dediquen a hablar del PSOE, sino del futuro de España.
De sus palabras se podría deducir que no anunciará su decisión hasta finales de año y que de nada ha servido la presión de los barones para que desvele el secreto antes de las próximas elecciones autonómicas y municipales con el objetivo de evitar que éstas se conviertan en un plebiscito sobre su continuidad en 2012. Pero quién sabe. Con Zapatero, apostar es fallo seguro, aunque lo que quedó ayer claro con sus palabras es que pedía a los suyos que cejaran el debate público sobre el asunto.
Sus deseos se cumplieron porque el ambiente, los comentarios, y las reflexiones de barones y cargos autonómicos emitían señales sobre la conveniencia de no dar nada por seguro y, sobre todo, no anticipar ni plazos ni candidatos. Tanto fue así que no pasó desapercibida la discreta presencia del vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, en Zaragoza. Si la noche del sábado suspendió su asistencia a la cena con los barones para cerrar el manifiesto electoral, ayer llegó al auditorio del Palacio de Congresos y no hizo por que se le viera. Primera fila, sí, pero en un discreto segundo plano en el que ni siquiera hubo efusividad en los aplausos cuando Zapatero le mencionó en su discurso para poner en valor su trabajo, pero también el de Elena Salgado y Valeriano Gómez, para cerrar el pacto social.
Una vez hecha la llamada para que cesen las presiones, los diseños o los análisis sobre la sucesión, el presidente dedicó el resto de su intervención a un doble objetivo: poner en valor el desarrollo de la España autonómica e ídem el gran pacto social con empresarios y sindicatos.
Reformas socialdemócratas
En eso último, el presidente del Gobierno se empleó a fondo, no sólo para elogiar la disposición y el esfuerzo de empresarios y sindicatos, sino para emplazar a todas las fuerzas políticas, en especial al PP, a que se sumen al acuerdo, «ahora que ya no puede, como hizo en mayo, jugar a que caiga el Gobierno». Lo hizo hasta en diez ocasiones.
El presidente vino a pedir a los populares ese esfuerzo para hacer una nueva edición de los Pactos de La Moncloa de 1977. «Es un buen acuerdo porque aúna la voluntad del Gobierno, de los sindicatos y de los empresarios, pero, sobre todo, es una apuesta de futuro y de confianza en España», afirmó antes de llamar a las formaciones políticas parlamentarias a sumar en ese empeño.
Luego, defendió el carácter socialdemócrata de las reformas y pidió que no las vieran sólo como «sacrificios y dificultades», sino como «un acicate y una apuesta por España». Esta misma encomienda hizo a los socialistas, especialmente a los candidatos autonómicos, a quienes pidió que incluso con el horizonte electoral de 2012 se marquen como «prioridad» los acuerdos con todos los partidos, especialmente el PP, por encima del «espíritu competitivo» electoral. «Sentar y unir a las fuerzas políticas. Es más importante España que el PSOE», solemnizó entre aplausos.
En todo caso se mostró convencido de que el esfuerzo «será reconocido» y de ahí que pidiera a los socialistas que «trabajaran con más convicción y menos preocupación» y que aceptaran con humildad las críticas de los ciudadanos. El que vimos y escuchamos ayer en Zaragoza es un presidente que parece ya pensar más en los libros de historia que en las encuestas.
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