Copa del Rey

Presentación

OPINIÓN: Los cinco lobitos de Piqué

 
 larazon

Mismo gesto, distintos juicios
José Mourinho saluda en San Siro a la afición del Milan con tres dedos en alto en alusión a los títulos ganados por el eterno rival, el Inter, mientras él lo dirigía. Análisis del periodismo de cámara del Real Madrid (casi todo): «Es un genio, un contemporáneo Maquiavelo, un pícaro listísimo que atrae para sí toda la hostilidad del público de modo que sus futbolistas queden liberados». Gerard Piqué, tras recibir sus compañeros tremenda somanta de patadas por cometer el pecado de jugar al fútbol mejor que el rival, saluda al público, al suyo, con la mano abierta. Análisis del periodismo de cámara del Real Madrid (casi todo): «Es un provocador, un niñato y una mala persona». Con semejantes analistas, tan carentes de ecuanimidad como de ética; lo extraño es que la polarizada afición futbolística española no la emprenda a goyescos garrotazos con el prójimo. Tranquilos, que todo se andará.
Decir que Piqué es el mejor central del mundo es un exceso en el que no voy a caer; más que nada, por no escuchar a alguno de esos frikis que hoy menudean por los medios y que enseguida te tiran a la cara un DVD de la liga búlgara para demostrarte que en los juveniles del Litex hay un púber de trece años que es la pera. Amparados en la natural prudencia, admitamos al menos que es uno de los cinco mejores defensores de la actualidad. Quien quiera negar esta evidencia a la vista de algún comportamiento fuera de lugar, aunque propio del veinteañero que es, y sobre todo porque lleva la camiseta del Barça, allá él. A mí no me va a bajar nadie de una idea: su irrupción tras la Eurocopa en la Selección, campeona mundial tras encadenar cuatro 1-0, fue decisiva en el entorchado de España.
Lucas Haurie


Verso sin rima
Wakarrumores aparte (término acuñado por la burbuja de estas navidades), Piqué tiene todo lo que servidora aprecia para darle su apoyo incondicional: está tremendo. Pasado el instante de admiración y después de haber dado vivas a la genética de su familia, lástima que el muchacho sea tan guapo y esté tan equivocado. Piqué, que es un jugador magnífico y un central de los que harán historia si Dios quiere en el Barça y en la Selección española, posee esa cosa tan tonta y tan molesta que tienen algunos niños bien, y es que creen que pueden permitirse el lujo de tratar al resto como si fuéramos idiotas. Y que conste que no lo digo por la manita que enseñó a los culés en el Camp Nou, porque no es para tanto que saque cinco dedos en su casa y con su público, y porque además tampoco están los madridistas para dar lecciones. Rebobina una y se le aparece la imagen de Raúl mandando callar. Suficiente.
Lo que tiene Piqué, y desgraciadamente se lo pudimos descubrir hace ya bastante, es una actitud que colisiona con la que muestran los tres bajitos maravillosos y educados que le rodean, un compañero con melena que es un fenómeno, y un entrenador que se empeña en ser impecable. Piqué, que pone cara de asco en las ruedas de prensa creyendo que así se nota mucho que desprecia a los periodistas, se abrió de capote en el autobús de los Campeones del Mundo a su paso por las calles de Madrid. Además de escupir a Pedro Cortés con la ayuda de Cesc («another doing such dance»), parece que al jovencito se le fue la saliva mucho más allá. Y lo dejo ahí, porque los receptores son agentes que quieren pasar página. Un gamberro, pero de los «pesaos» sin gracia.
María José Navarro