País Vasco

El temor a una Policía política

La Razón
La RazónLa Razón

La información que hoy publica nuestro periódico sobre la pretensión de los nacionalistas vascos de transformar a la Ertzaintza en una Policía integral debe ser abordada con el máximo interés por parte del Gobierno. Dada la actual conformación del Parlamento autónomo vasco, en el que los escaños obtenidos por Bildu pueden ser utilizados como un ariete para avanzar en el declarado proyecto soberanista del PNV, hay que dar por seguro que el Gobierno de Iñigo Urkullu intentará la vieja aspiración de desplazar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional en el territorio vasco. Su argumentación, que intentarán reforzar con el pretexto del «alto el fuego» terrorista, no es nueva y se basa en asumir todas las funciones policiales, incluidas las relaciones internacionales, para dejar sin papel activo a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Aunque en el programa electoral con el que acaba de concurrir a las elecciones el PNV, la cuestión se plantea en el lenguaje ambiguo al que nos tienen acostumbrados los nacionalistas vascos, haría mal el Ejecutivo de Mariano Rajoy en no adelantarse al nuevo desafío, que el propio programa electoral citado considera que hay que abordar «de manera inmediata». Sobre todo en un momento tan delicado como el actual, en plena euforia independentista de los nacionalistas catalanes, sin que la banda terrorista etarra se haya disuelto y con el contrastado incremento de las acciones callejeras y de desobediencia civil que impulsan las formaciones proetarras y que buscan presionar al Gobierno para que negocie la situación de los presos.

Vaya por delante que no estamos discutiendo sobre un problema de eficacia policial, sino de control político. Pese a las limitaciones de todos conocidas, los hombres y mujeres de la Ertzaintza han demostrado valor y profesionalidad en el desempeño de su labor y han ofrendado su sacrificio de sangre en la lucha por la democracia y la libertad en el País Vasco. Si el designio del PNV de convertir a la Policía autónoma vasca en un instrumento de partido no se consumó en su integridad, fue por la actitud encomiable de unos agentes que organizaron sus propias representaciones sindicales y se plantaron frente a unos mandos políticos mediatizados desde Ajuria Enea. Aun así, el peso de la lucha contra el terror recayó necesariamente en la Guardia Civil y la Policía Nacional. Sin duda, el PNV tratará de presentar el asunto como un simple relevo de un cuerpo policial que, al fin y al cabo, también emana del Estado, por otro. Pero es una burda trampa dialéctica. El programa de máximos de los nacionalistas vascos lleva a un proceso independentista y el riesgo de que creen, esta vez sí, una Policía política a su servicio es inaceptable.