Valencia
Los sindicatos del paro
La celebración del Primero de Mayo de este año ha estado marcada por dos circunstancias: los casi cinco millones de desempleados y la tibieza de los mensajes de los sindicatos contra el Gobierno del paro. Esta actitud ha sido una constante en los siete años de administración del PSOE, en los que UGT y Comisiones Obreras han asistido a la destrucción acelerada de puestos de trabajo sin reacción alguna, más allá de posiciones cosméticas o escenificaciones coyunturales para salir del paso y aparentar cierta incomodidad. Uno de los rasgos más desconcertantes de la crisis ha sido la ausencia de respuestas sociales y sindicales en un país, no lo olvidemos, con una de cada cinco personas sin empleo y donde, por ejemplo, el paro juvenil avanza hasta casi el 50% y 1,3 millones de hogares tienen todos sus miembros sin trabajo. Pese al empobrecimiento notable de la sociedad, nada se ha movido contra un Ejecutivo que ha hecho y deshecho con absoluta comodidad y sin ningún otoño caliente al que hacer frente. Algo insólito que sólo se puede explicar por el colaboracionismo de las organizaciones sindicales con un Gobierno de izquierdas y porque, en buena medida y hasta hace un año, la política económica estaba condicionada por la sintonía entre Rodríguez Zapatero, Cándido Méndez y Fernández Toxo. ¿Alguien se imagina esta respuesta de los sindicatos a los cinco millones de parados con el PP en el Ejecutivo? Las huelgas y la tensión serían el paisaje habitual.
Méndez y Toxo son responsables de que España sea hoy una fábrica de parados. Su papel ha pasado factura en el distanciamiento creciente con unos trabajadores que no se sienten representados ni defendidos. Las escenas de ayer en Valencia de la gran manifestación del Primero de Mayo, con apenas unos cientos de liberados sindicales junto a los líderes de UGT y CCOO, refutan por sí solas el trabajo de unos dirigentes más preocupados en recibir las gratificaciones del Gobierno para conservar sus privilegios de casta que en luchar por esos españoles desesperados que no llegan a fin de mes. Un dato: las centrales recibieron más de 206 millones en subvenciones en 2010. Con ese dinero se podrían pagar 26.498 pensiones mínimas durante un año.
Un ejemplo de la doble moral de los sindicatos ha sido el papel de estas organizaciones en la Comunidad de Madrid. Ayer mismo, los líderes regionales de UGT y CCOO descargaron su agresividad contra el Gobierno de Esperanza Aguirre y no contra el de Rodríguez Zapatero. Lo de menos fue que Madrid lleve un año creando empleo y que su tasa de paro esté seis puntos por debajo de la nacional. Ese detalle no pesa cuando la batalla no se da por los derechos de los trabajadores, sino por un proyecto ideológico al servicio de una izquierda sectaria.
En el marco de ese activismo partidista, los líderes sindicales eligieron Valencia como parte de la campaña de la izquierda contra Camps. ¿Por qué no la marcha en la socialista Andalucía? Habría sido lo lógico, dado que se trata de la comunidad con más paro de España: uno de cada tres trabajadores no tiene empleo. El sindicalismo vertical actual ha fracasado sumido en el desprestigio.
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