Murcia
Menos grasas trans y más frutas rojas
Incluir en la dieta diaria soja, omega-3, aceite de oliva virgen, frutas y verduras ricas en antioxidantes y evitar las grasas trans y saturadas, el estrés y mantener el peso ideal, son la mejor receta para reducir el riesgo de padecer cáncer de mama
Hoy en día nadie duda de que una buena salud pasa, inevitablemente, por una buena alimentación. Más allá del placer que supone degustar unos productos u otros, lo cierto es la ingesta regular de muchos de ellos actúan como la mejor arma a la hora de prevenir multitud de enfermedades y, entre ellas, el cáncer. En concreto se ha hablado mucho sobre el papel que desempeña, por ejemplo, la soja como ingrediente frente al cáncer de mama. Algo similar sucede con los frutos rojos que, debido a su contenido en flavonoides, inhiben la reproducción de células cancerígenas por lo quepueden ser un buen protector contra el cáncer. También merece una mención especial la cúrcuma, típica de la India que actúa frente a formas de cáncer como el carcinoma de mama y el hepatocarcinoma. Eso sí, debido a que el organismo no la absorbe con demasiada facilidad, como sucede con el curry, resulta imprescindible acompañarlo con pimienta negra.
Según el doctor Estanislao Beltrán, coordinador del Grupo de Fitoterapia de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), «los estudios epidemiológicos muestran que en los países asiáticos en los que el consumo de soja y sus derivados que poseen isoflavonas forman parte fundamental de la dieta tradicional, la incidencia de cáncer mamario es claramente inferior frente a la población occidental. Por tanto, los factores dietéticos pueden jugar un papel relevante al aumentar el riesgo de padecer esta enfermedad». Estos efectos beneficiosos se obtienen, tal y como explica la doctora Juana Morillas, profesora del Departamento de Tecnología de la Alimentación y Nutrición de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, «sólo con un consumo prolongado de una dosis diaria de entre diez y treinta miligramos de isoflavonas de soja».
Los expertos inciden en que no hay que esperar a la edad adulta para incluir a esta legumbre en la dieta diaria, «sino durante toda la vida como efecto preventivo. Además, nos encontramos ante un producto que se absorbe bien y disminuye los síntomas asociados a la menopausia, especialmente los sofocos», matiza el doctor Santiago Palacios, director del Instituto Palacios de Salud de la Mujer. No obstante, la doctora Concepción Sánchez Martínez, ginecóloga del Hospital USP San Camilo de Madrid, advierte de que «actualmente, la soja no está indicada como prevención del cáncer de mama, pero sí se conocen las dosis óptimas para el tratamiento de los síntomas vasomotores relacionados con el climaterio».
Al margen de la soja, existen otros derivados como el tofu, el tempeh y el seitán que, según Palacios, «el tofu, por ejemplo, es el que posee una mayor cantidad de isoflavonas». Asimismo, Beltrán matiza que «la leche de soja o el tofu cuentan con una menor proporción de isoflavonas frente a la harina de soja». Gracias a los productos que incluyen a la soja en su composición como leche, galletas o yogures, entre otros, cabría pensar que la toma de este producto está asegurado. Sin embargo, Morillas advierte de que «hay que detectar mediante el etiquetado si lo que incluyen es soja, proteína de soja, aceite de soja o isoflavonas de soja, ya que en cada caso estamos hablando de sustancias y efectos metabólicos totalmente diferentes». Pese a esto, Beltrán matiza que «lo cierto es que el consumo de soja dietética en cualquiera de sus formas resulta positivo para la salud porque, al margen de su contenido en isoflavonas, es fuente de proteínas saludables, aporta vitaminas y apenas posee colesterol. Otra cuestión será que estos efectos dependerán del contenido real de este alimento en los productos elaborados y de la transformación que haya podido sufrir durante su proceso de fabricación».
Poder preventivo
En la misma línea de la soja se sitúan otros alimentos que pueden servir de escudo frente a la proliferación de células tumorales. «El consumo regular de aceite de oliva virgen por su contenido en antioxidantes como la vitamina E y los polifenoles y alimentos ricos en antioxidantes como frutas y verduras frescas con medidas beneficiosas a las que llamamos preventivas en relación al cáncer en general», afirma Morillas. En esta lista no podían faltar los ácidos omega-3, capaces de hacer frente a cualquier tipo de patología. Según Beltrán, «existen estudios in vitro y sobre animales de experimentación que parecen mostrar un efecto inhibitorio de los mismos sobre el crecimiento tumoral. En humanos, la evidencia epidemiológica no es concluyente, pero existen algunas investigaciones que encuentran una asociación entre un mayor consumo de pescado rico en omega-3 y un menor riesgo de padecer cáncer de mama».
De la misma forma que existen alimentos con carácter preventivo, también hay otros que, si se ingieren de manera continuada, pueden favorecer la aparición de diversos tumores como el de mama. A este respecto, Beltrán sostiene que «el sobrepeso o la obesidad se asocian con un mayor riesgo de padecer cáncer de mama en las mujeres, y durante mucho tiempo se ha venido sugiriendo que la grasa de la dieta podía ser un factor de riesgo en este sentido. Sin embargo, los estudios han ofrecido resultados contradictorios, y los metaanálisis disponibles no han conseguido demostrar con claridad que la grasa de la dieta tenga una influencia importante. Además, tampoco el consumo de carnes rojas, por ejemplo, o el índice glucémico de la dieta se ha podido relacionar claramente con un mayor riesgo de padecer cáncer mamario». En cualquier caso, parece lógico, según Beltrán, que limitar el consumo de grasas animales o de carnes muy cocinadas y mantener un peso dentro de los límites normales y evitar el sobrepeso, redundará en una mejor calidad de vida y, posiblemente, en una menor probabilidad de padecer cáncer de mama». Como sucede con cualquier otro tumor, el cáncer «cursa con un alto grado de oxidación en el organismo, por lo que cualquier factor prooxidante aumenta el riesgo. Así, cualquier incremento de combustible energético como grasas, proteínas y carbohiratos por encima de las necesidades del organismo hace que se incrementen los procesos oxidativos», concluye Morillas.
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