Grecia
La cirugía griega y España
Europa y los mercados financieros respiraron ayer tranquilos después de que el Gobierno griego lograra el apoyo del Parlamento a su draconiano plan de ajuste. España también se sintió aliviada, pues era la siguiente presa sobre la que se habrían lanzado sin piedad los especuladores si hubiera fracasado el primer ministro griego. Pero Papandreu superó el trance con más holgura de la que se vaticinaba, las bolsas reaccionaron muy positivamente desde primera hora, la prima de riesgo española se moderó notablemente y los líderes europeos se felicitaron. Grecia podrá contar de manera inmediata con 12.000 millones para hacer frente a sus vencimientos inminentes de deuda y se garantiza la viabilidad financiera a largo plazo al ponerse en marcha el segundo plan de rescate. Al mismo tiempo, los bancos privados franceses y alemanes, principales tenedores de deuda griega, contribuirán con su refinanciación a 30 años. Sin embargo, la agónica situación de Grecia dista de haber terminado y mucho habrán de esforzarse sus dirigentes con hechos palpables para que los mercados financieros y las instituciones comunitarias recuperen la confianza en el país. El plan aprobado ayer es, en verdad, una cirugía de hierro: subida de impuestos, tasas e IVA; privatizaciones por importe de 50.000 millones de euros; poda del funcionariado público, y recortes sociales de más de 5.000 millones. En total, un tijeretazo de 78.000 millones en los próximos cuatro años. ¿Será capaz el Gobierno griego de cumplir sus promesas sin triquiñuelas ni falsedades? En esta ocasión, seguramente no le quede otro remedio que actuar con transparencia porque mil ojos estarán vigilando. Es cierto que el pueblo griego, al que sus gobernantes han hipotecado para las próximas décadas, es la víctima inocente de esta tragedia, así que tal vez nos sirva de lección a los demás países para no incurrir en los mismos errores. La irresponsabilidad y estulticia de un gobernante, sobre todo de aquel que recurre a la demagogia y al populismo para aferrarse al poder halagando a los votantes, se acaban pagando antes o después, empezando por los propios embaucados. En España, el Gobierno socialista tardó en admitir la gravedad de la crisis económica y no puso los medios precisos para amortiguar sus efectos. Por el contrario, tomó una serie de decisiones electoralistas, como multiplicar los subsidios, que vaciaron la caja y multiplicaron el déficit. Y el paro siguió en vertiginoso ascenso hasta convertirse, como ayer reiteró el Banco de España, en el lastre principal para recuperar la confianza y el vigor económicos. Darle la vuelta a esta inercia ruinosa ya no está en manos de un Ejecutivo con fecha de caducidad, como ha quedado claro en el Debate del Estado de la Nación. Le corresponde al partido de Mariano Rajoy tomar el relevo para demostrar, como hizo ayer, que es posible salir del túnel con un programa valiente, ambicioso y viable. Las 15 propuestas presentadas al Congreso son impecables y se resumen en: racionalizar el gasto, apoyar a los emprendores, incentivar la creación de empleo y la competitividad, apostar por la calidad educativa y devolver el prestigio a nuestro país. Sólo así España no será nunca Grecia.
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