Fichajes
OPINIÓN: Rooney el «bad boy»
El gentleman feo
Como no es metrosexual ni esconde su afición por tomarse una cervezas, resulta que él es el «enfant terrible» de trato rijoso y entorno proletario.
Ayer cumplió 25 años y ya acumula tres Ligas, una «Champions»… y casi 200 goles, pese a haber tenido que hacerle el trabajo sucio durante un lustro a Cristiano Ronaldo, que se benefició de su brega sin haberle dejado tirar un mísero penalti ni una maldita falta. Wayne Rooney tiene, sin embargo, un gran problema que le veda la proyección internacional de algunos otros grandes jugadores: es feo. Ello redunda en su progresión estadística porque el tiempo que otros delanteros centro de equipos ingleses que visten de rojo pasan entre la peluquería y la consulta del médico, él lo aprovecha para trabajar siempre, jugar todos los partidos y marcar muy a menudo. Pero como los números no tienen una relación directamente proporcional con el prestigio, le es imposible desligarse de la fama de locuelo que le endosaron en la adolescencia.
Para salir del club que desembolsó un dineral por él, Rooney no ha elegido la ruptura traumática, sino que se ha sentado a hablar con los dirigentes y les ha explicado que le encantaría, ahora que se acerca el final de su contrato, probar suerte en otra parte. Nada de rebeldías, depresiones sobrevenidas, presuntos sueños de la infancia ni otras niñatadas al uso. Ahora bien, como no es metrosexual ni esconde su afición por tomarse unas (mil) cervezas después de los partidos, resulta que él es el inmaduro, el «enfant terrible» de trato rijoso y del entorno apestosamente proletario mientras que los futbolistas que se pasan lo firmado por el arco del triunfo y montan numeritos para llenarle el bolsillo a sus representantes son unos chavales encantadores. Nos queda mucho que aprender de los anglosajones.
Lucas Haurie
Despreciable
Ese tío con pinta de descargador de muelles que juega desde los 18 años en el Manchester United es, además de un futbolista prodigioso, una rata.
Wayne Rooney, ese tío con pinta de descargador de muelles que juega desde los 18 años en el United, es, además de un futbolista prodigioso, una rata. Lo siento por las ratas de alcantarilla, las pardas, las comunes, las que sustituyen a los perros en algunas casas, las que pasan por hámsters, las campestres, las que son grandes como gatos y las del horóscopo chino: hay un tipo que podría transmutarse en una de ellas y convertirlas en más indeseables aún. Además de hacer un Mundial que pasará a su historia personal por ser uno de los más grandes fracasos que se recuerdan, además de haber estado enseñando los dientes y perdiendo los papeles con los rivales en los últimos meses, además de protagonizar otra de esas páginas lamentables de infidelidades cochambrosas al más puro estilo Tiger, se ha permitido un numerito de esos que desactivan el nexo de una afición con un ídolo.
Ronney ha demostrado la moral de un reptil y la decencia de un áspid en el psicodrama de su renovación. Y miren que éramos muchos los que deseábamos que apareciera alguien para dejar con cara de imbécil a Ferguson, pero visto el rollo que se gasta el jovencito inglés para con la dignidad de la grada, sólo queda desear que Sir Alex saque todo lo peor que aún le quede en el fondo de sus bolsillos y le atice a este sinvergüenza. Uno se puede marchar de su club de toda la vida tratando que los daños sean escasos y cuantiosos los beneficios, y luego está el sello de Rooney, ése que nos ha mostrado que es posible venderse descaradamente al enemigo, ofreciéndose de manera rastrera y vomitiva. Si yo fuera hincha del ManU contaría los minutos que restan para darle boleto. Qué asco.
María José Navarro
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