«Me gusta complicarme la vida cuando escribo»

–¿Por qué ha convertido la ciudad de Barcelona en la gran protagonista de su novela «Habitaciones cerradas»?
–Porque es la ciudad que amo y que vivió un momento histórico que pedía a gritos una novela.

–Su libro recorre desde principios del siglo pasado: de la Semana Trágica hasta la Guerra Civil. ¿Qué Barcelona es la que más le interesa?
–Me interesa la que, a partir de 1854, crece al desaparecer sus murallas, pasando en pocos años a ser la Barcelona que fotografían los japoneses. ¿Más Semana Trágica? No, por favor. Paso muy por encima de ello en el libro. No es necesaria otra novela sobre el tema.

–En «Habitaciones cerradas» hay drama, fenómenos paranormales... En definitiva, muchos géneros literarios. ¿Con cuál se queda usted?
–Me cuesta definir mis novelas. Hay veces que ni yo misma sé de que van. Tal vez ésta es de misterio, epistolar, intimista y sobre el paso del tiempo. «Habitaciones cerradas» es como una mayonesa literaria en la que a priori no podemos ligar nada. De alguna manera, me gusta complicarme la vida cuando escribo.

–¿Qué comparte Care Santos con Violeta Lax, la heroína de su obra?
–Hay mucho mío en ella. Compartimos la edad, el momento de madurez, aunque yo no tengo sus turbulentas dudas. También está la voluntad de profundizar en el pasado familiar, Supongo que a eso hay que sumar las crisis existenciales que una tiene.

–Violeta sigue la pista de un pintor modernista, su abuelo Amadeo Lax. Da la sensación de que este artista lo ha creado a partir de diferentes autores, como Fortuny o Casas.
–Adoro la pintura modernista catalana. Y, sí, quería construir Amadeo a partir de otros artistas como Modest Urgell, Marià Fortuny y, sobre todo, Ramon Casas. Es alguien que se podía haber convertido en un Dalí, pero se limita en la novela a ser un pintor de la burguesía. El personaje es ficticio aunque sé que ha habido quien ha buscado en internet si existía obra de Lax. Por eso en la nota final del libro aclaro lo que es verdad y lo que es mentira.

–Podría haber hecho como Max Aub, que se inventó un falso pintor llamado Jusep Torres Campalans e incluso pintó cuadros haciéndose pasar por él.
–Tuve tentaciones de encargarle a un pintor que me hiciera los cuadros de Lax. Me gustaría que exisitieran sus obras.